“Una vivienda decorosa. Salarios justos. Que desaparezca la doble moneda. Que bajen los precios del mercado. El yogurt de soya de los niños que lo necesitan. Un sillón de ruedas para mi padre inválido. Asistencia social para los desamparados. Las medicinas que están en falta. Que la niña se encuentre un yuma que nos saque de la miseria. Ayuda pa’ irme del país. Salud y bienestar pa’ la familia. La visa para emigrar. Que me aprueben un subsidio para levantar la casa que hace tres años se me derrumbó. Necesito un contrato de trabajo pa’ cualquier país. Que levanten el bloqueo interno. La libertad para los presos políticos…”, disímiles son las peticiones, algunas descabelladas, otras justas y razonables, pero cada 15 de Noviembre la ceiba de El Templete, en la Plaza de Armas, acoge una de las tradiciones más antiguas de Cuba.
En este sitio se conmemora la celebración de la primera misa y el primer Cabildo de San Cristóbal de la Habana.
La historia cuenta que, bajo el mando de un delegado de Velázquez llamado Pedro Barba, a la sombra de una hermosa ceiba, se celebraron estos hechos el 16 de noviembre de 1519. Declarando así la fundación de la ciudad que es hoy la capital cubana.
Las versiones más aceptadas afirman que la ceiba original fue destruida por un ciclón; más tarde otra ocupó su lugar y, según cuentan, al secarse, una tercera vino a suplirla (que es la que ocupa actualmente este espacio). Ateos, descreídos, católicos, protestantes, santeros, y gran cantidad de jóvenes, acuden cada año a trasmitir sus deseos a esta ceiba.
Innumerables personas dan sus vueltas, siempre contrarias a las manecillas del reloj, y en cada recorrido, con la mano apoyada al tronco, piden deseos al árbol más reverenciado de toda la isla.
Según cuentan los más asiduos visitantes del histórico lugar, el deseo más frecuente solicitado por la población está vinculado a la emigración; otro muy frecuente está relacionado con las necesidades de viviendas que enfrenta el pueblo y con mejoras en las condiciones de vida.
Desde el año 1982 el lugar fué declarado Patrimonio de la Humanidad, un reservorio de deseos y esperanzas que acoge entre lo real y lo mítico los sueños de un pueblo que añora ser libre y poder salir de la miseria y la pobreza calamitosa en que lo ha hundido el régimen social totalitario y antidemocrático imperante en la isla por más de medio siglo.