Defender los Derechos Humanos no es patrimonio exclusivo de la disidencia o la oposición en Cuba, es un deber y obligación de cada uno de los ciudadanos de este país, sea militante o no del partido.
La sociedad cubana cabalga sobre una amalgama de problemas heredados del pasado, por un lado entronizar una ideología donde todo el pueblo de acuerdo o no estaba y está obligado aceptar, que de no hacerlo es tildado de traidor a la patria, como si traicionar a la patria fuera un mero juego de palabra, y en segundo lugar la división de la sociedad en militantes y no militantes, los primeros con todos los derechos y acreedores de todos los beneficios sociales, los otros, los no militantes, los no creíbles, los apartados por no tener filiación política alguna, como si ser militante del partido fuera una condición que distingue al ser humano socialmente.
El pueblo, ese gran asador de los bienes y servicios ha sido traído y llevado por un nacionalismo que rasa el extremo, al punto de ser enfrentado por los que gobiernan con sus hermanos de clase, contra esos que han sido tildados de vender la patria, y al servicio del poder extranjero, como si pensar con cabeza propia fuera un delito de lesa humanidad
Abrazar un ideología, distinta a la que sea impuesto por la fuerza y en contra de todo raciocinio no es un pecado por el que se deba incriminar, el estudio y la superación como derecho nos ha dado la oportunidad de ver y definir sobre la base de la teoría y la práctica social encausar nuestro pensamiento y esclarecer nuestras ideas, es por ello que pensar que la ideología Marxista Leninista es la única verdadera es un grave error, las personas como seres sociales tienen el derecho de canalizar sus inquietudes políticas a través de partidos u otras organizaciones que precisamente no tiene que ser un partido único como ocurre en Cuba.
Por qué entonces detener, encarcelar en celdas oscuras y malolientes a hombres o mujeres por el simple hecho de pensar, a Juana de Arco la quemaron viva por qué quiso decir y actuar contra aquel régimen obsoleto y retrogrado que utilizaba a la Inquisición como brazo ejecutor, pero la historia como siempre sabia, al final la absolvió y le dio la razón.
El pueblo eres tú y yo, somos todos, entonces por qué tanto odio y rencor entre los cubanos, culpables son ellos, que han inculcado en el alma del cubano el desprecio por su semejante, de formar tal que nos ofendemos y humillamos unos a otros, como si el odio fuera una mera mercancía que se pudiera comprar en cualquier mercado.
Amarnos y querernos como hermanos debe ser nuestro primer deber, tolerarnos unos a otros la obligación mayor, consentirnos, entendernos y comprendernos ha de ser el cordón umbilical que nos una a todos, si de verdad queremos vivir en una patria feliz.