En Cuba la libertad, la democracia, el respeto a los derechos humanos, la tolerancia y el estado de derecho es un sueño vetado para sus habitantes, algo que el mundo no acaba de reconocer y se manifiesta con el apoyo incondicional de muchas naciones y pueblos libres y democráticos.
El pueblo cubano es un rehén de su gobierno; el totalitarismo no tiene en cuenta las preferencias personales, los gustos particulares, las decisiones individuales, la lógica antidemocrática atenta siempre contra la libertad del ciudadano, el elemental derecho a escoger que define la libertad, no existe en los regímenes totalitarios; por eso estos sistemas son en su esencia violadores sistemáticos de los de los derechos humanos.
Todo un entramado de leyes, regulaciones, decretos, remachan las cadenas y los amarres totalitarios que pesan sobre el pueblo de Cuba; a ellos se suman los trasnochados discursos sobre soberanías que le permiten a dictadores y dictaduras a lo largo del mundo, para citar en el tejido social de organismos nacionales exhaustos y a su vez apáticos.
El camino hacia el cambio pacífico en Cuba, visto desde el exterior aparece empedrado con obstáculos diplomáticos y con una variedad plural de intereses económicos de toda clase.
Las aperturas que Cuba precisa van más allá de unos pocos hoteles, teléfonos celulares, computadoras y el resto de toda la promocionada cacharrería electrodoméstica ofertada, promocionada por la prensa extranjera acreditada; todo esto a buena distancia del poder adquisitivo real del saqueado bolsillo del pueblo.
Los burócratas del partido comunista mantendrán a toda costa y a todo costo tales amarres totalitarios, desde los que impiden al cubano de disponer con libertad de su propiedad personal, hasta los que enajenan del pueblo la soberanía absoluta que le corresponde para disfrutar del elemental a la ciudadanía y a la libertad de opción personal.
Su egoísmo, soberbia y apego al poder más absoluto, son proverbiales; para ellos las expectativas populares y el futuro de la nación no son razón suficiente para perder el sueño. Menos aún para hacer siquiera los cambios mínimos que Cuba necesita y no naufragar en el mar de los estados fallidos.
La lógica indica que seremos rehenes prisioneros de una cruel dictadura militar totalitaria, hasta que el mundo se una al pueblo de Cuba y respalde sus aspiraciones, hasta que la opinión publica y una presión respetuosa, pero firme haga comprender la élite verde olivo que debe aceptar como normal lo que es normal para el concierto de las naciones libres y civilizadas.
Que nadie se engañe, Cuba sigue siendo la principal cárcel americana y el pueblo sigue viviendo prisionero de los desmanes de la dictadura.