Con un gran pesar, el Observatorio cubano de derechos humanos informa de la muerte, en La Habana, pasadas las nueve de la noche del catorce de noviembre, de uno de sus colaboradores más antiguos, el exprisionero político Jorge Alberto Liriano Linares. Hacía escasamente un mes, Liriano recibió una golpiza de la policía política en La Habana, que continuamente lo amenazaba con deportarlo a su natural Camagüey, y esto, añadido a su edad y delicada salud, le provocó un infarto; lo atendieron en terapia intensiva en el Hospital Naval, hasta que superó el trance y, según sus palabras, le dieron el alta médica la noche del 7, “prácticamente me botaron del hospital…”; para encontrarse con la angustiosa situación de estar, literalmente, en la calle, pues había perdido el alquiler.
Casualmente, la última aportación de Liriano fue un artículo sobre la calidad del sistema de salud cubano, que reflejó muy bien en un correo que me escribió el 7 de septiembre: “tengo anemia crónica según el último diagnóstico, 7.9 de hemoglobina; por ello me desmayé en la calle (eso no te lo conté). Nada, me orientaron una dieta rigurosa e imposible de cumplir en este país donde el desayuno es una ilusión, el almuerzo es pura utopía, y la comida: un milagro divino. Carne Roja? Zanahoria, Remolacha, Berro, Habichuela, Perejil? Frutas y Vegetales?, Crema de Maní?, Huevos de Codorniz?. HAY QUE SER GERENTE para cumplir con esa dieta…”
Que teniendo una salud tan delicada, Liriano insistiese en denunciar la precaria situación de derechos humanos en Cuba, sufriéndola de primera mano, dice mucho de su valentía y altura moral. Es doloroso perder una persona así, además de por la cercanía personal, por la presencia del ejemplo. Este es un dolor que compartimos con su familia y amigos. Que nuestro mayor tributo y memoria sea continuar la misma lucha que Liriano emprendió, hasta conseguir que esos derechos sean considerados y cabalmente respetados en nuestra Nación.