Martes , 27 Junio 2017

No pasaron la escoba

El caso de la muerte del fiscal federal argentino Alberto Nisman –que mantiene a la expectativa a la opinión pública mundial- parece sacado de uno de los tantos filmes de espionaje e intrigas de Hollywood, solo que en la versión argentina el guión es malo y contradictorio.

Malo, porque la trama –acuerdos secretos entre la presidenta Cristina Fernández con el régimen iraní, llevados a cabo en La Habana por intermedio de Fidel Castro durante las diversas visitas de la mandataria a la isla, algunas de ellas en secreto-, se había filtrado y era de conocimiento de muchos, lo que hacía suponer que la vida de Alberto Nisman corría peligro.

Contradictorio al quedar al descubierto los errores cometidos por los encargados de ejecutar ¨ el suicidio de Estado ¨ y salir a la luz pública nuevos delitos de corrupción y abusos de poder de la mandataria argentina.

El hallazgo, por las autoridades judiciales y policiales, de varios documentos en que Nisman solicitaba el desafuero y la detención de la presidenta de la Argentina y del canciller Héctor Timerman, así como huellas de pisadas que no corresponde con la víctima y de una pequeña nota, con algunas indicaciones para la empleada doméstica, donde le señalaba las compras que debería realizar el lunes, descartan la posibilidad del suicidio como asegura el gobierno y apuntan al asesinato político como ajuste de cuentas.

Alberto Nisman fue un cercano colaborador del ex presidente Néstor Kirchner, quien lo puso al frente de la comisión investigadora del atentado perpetrado en 1994 contra la Mutual Judía de Buenos Aires, conocida cono la causa AMIA, y de cuyos hechos siempre mantuvo la opinión que había sido realizado pr el grupo fundamentalista Hezbolá, pero se distanció del kirchnerismo cuando la actual presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner estrechó relaciones con el totalitarismo castrista, y a través de este suscribió acuerdos secretos con el régimen de los ayatolas de Irán.

Suicidio, asesinato, ajuste de cuentas. La verdad saldrá a relucir. Lo cierto es que Alberto Nisman  era una piedra en el zapato de la mandataria albiceleste y estorbaba. Había investigado y llegado al meollo de la corrupción del gobierno de su país.

Nisman está muerto  y ya  no puede  testificar ante el  Congreso .  Los  que  lo asesinaron o “suicidaron” cometieron errores e imprecisiones. A diferencia de las películas de la meca del cine se les olvidó pasar la escoba para barrer y eliminar posibles indicios de los hechos ocurridos. Saque usted sus propias conclusiones.


 

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