El activista del Movimiento Cristiano Liberación (MCL), Ibars González, tiene razón para asegurarse que el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, no entraña una revisión inmediata de las políticas represivas que aplica el gobierno de La Habana contra los activistas prodemocráticos.
Desde el 15 de enero comenzó a cumplir la condena de un año y medio de “semilibertad” que le impuso el tribunal por el supuesto delito de desacato. El opositor, según la sentencia, tiene que trabajar donde se le asigne y estar bajo el control de la policía.
La medida se derivó tras un altercado con las fuerzas policiales tras el derribo de un pequeño rancho y un pozo, que había construido con la autorización de los propietarios del terreno, según consta en un documento emitido por la agrupación contestataria.
Desde el 7 de noviembre del 2014, Ibars González cumplía una medida cautelar de reclusión domiciliaria.
Este ejemplo se añade a otros que demuestran la predisposición del régimen al castigo.
Aunque relativamente hayan disminuido los arrestos y las sanciones carcelarias con respecto al primer semestre del año anterior, el ejemplo citado en este texto pone de relieve el amplio arsenal disponible para sacar de circulación a los opositores más molestos.
Es posible que esa tendencia se mantenga a partir de una mayor exposición al escrutinio internacional de la única dictadura del continente americano.
El deshielo entre ambas naciones, por cierto una acción irreversible al margen de intransigencias y otras proyecciones que buscan conservar intactos los muros de la confrontación, favorece en buena medida el desmontaje del discurso sobre el que se sustentan las justificaciones para reprimir el ejercicio de las libertades fundamentales en Cuba.
La coartada del enemigo externo va en camino a la obsolescencia. ¿Qué motivos usarán ahora?
Independientemente de los esfuerzos por perpetuar el estatus quo, la realidad empuja hacia un mayor pragmatismo que incluye un reacomodamiento de las estrategias utilizadas en la contención de las posturas a favor de un tránsito hacia un Estado de Derecho.
La élite de poder tendrá que adecuarse a los nuevos tiempos. No será inmediata ni fácil la aceptación a un escenario que conduce ineludiblemente a la apertura, pero el agotamiento del modelo terminará dictando pautas a ubicar en las antípodas del totalitarismo.
Mientras ese momento llega, es preciso redoblar las campañas por la excarcelación incondicional de los presos políticos y el cese de los hostigamientos.
No es ningún consuelo que Ibars González extinga su condena fuera de la prisión.
Nunca debió ser llevado a un juicio donde usualmente se violan las garantías procesales.
En el ínterin del proceso que llevará a la definitiva restauración de las relaciones Estados Unidos-Cuba, hay que evitar por todos los medios posibles que continúe la impunidad.
Es necesario elevar el precio político a pagar por cada acto que viole la Declaración Universal de los Derechos del Hombre en la Isla.
Así que, ¡manos a la obra!