Martes , 27 Junio 2017
Errores de percepción

Errores de percepción

Crecen las opiniones en torno a que el cambio de política hacia Cuba decidido por el saliente inquilino de la Casa Blanca, además de legitimar el régimen comunista en la arena internacional ha estimulado su naturaleza represiva.

Ciertamente después de la histórica visita del presidente Obama a la Isla ha habido un alza en los arrestos arbitrarios y otros actos hostiles contra el movimiento prodemocrático. De eso no hay dudas.

Analizando en perspectiva el tema de las violaciones a la integridad física y psicológica de quienes nos mantenemos dentro de la isla exigiendo la legalización de las libertades fundamentales, hay que reconocer que la ira gubernamental ha sido tan sinuosa como el movimiento de una montaña rusa.

La tolerancia, ha intervalos y con los borrosos límites fijados por los represores, ha estado precedida por hechos caracterizados por la más abierta abyección y viceversa.

Valga apuntar que bajo la administración republicana de George W. Bush, recordada por el endurecimiento de las políticas pro embargo con su alto componente retórico y escaso impacto en los propósitos a alcanzar,  fue que ocurrió la detención y condena a largas penas de cárcel de 75 opositores.

Un suceso que sentó pautas en el historial de abusos de una dictadura próxima a cumplir 57 años en el poder.

Por tanto, ateniéndonos a los hechos, poco ha importado quien sea el presidente en los Estados Unidos ni su disposición a cumplir con los patrones de una confrontación, cuyos beneficiados son los mismos a los que se ha pretendido debilitar o remover de sus puestos.

Decir que la nueva política estimula las acciones de fuerza de la policía y sus colaboradores es cuando menos una interpretación facilista de la realidad.

Los autodenominados dueños de la Isla reprimen a sus antojos sin hacerle mucho caso a críticas, advertencias y medidas punitivas vengan de dónde vengan.

Ese ha sido un patrón cuyo fin está lejos de materializarse.

Muchos depositan las esperanzas en la llamada derecha alternativa, representada por Donald Trump, pero eso puede quedar en no más que una ilusión, alimentada por la nostalgia y el desespero.

Pensar que el acercamiento fue una decisión de Obama denota una garrafal carencia de sentido común, además de expresar una incompetencia de marca mayor en el arte de desentrañar los hilos de la política.

No hay que esforzarse demasiado para observar la inclinación, incluso de figuras prominentes del partido republicano, en incentivar de alguna manera los contactos de tipo comercial y otros que ya se han concretado en los márgenes de la ley Helms-Burton.

Se trata de un acuerdo de una parte sustancial del establishment que va más allá de posicionamientos partidistas e ideológicos.

Debe quedar claro que Cuba no es ni será una prioridad en los derroteros de la política exterior norteamericana.

Esta incuestionable verdad, fundamenta la idea de que el deshielo en el futuro venidero tendrá, si acaso, mayores pausas, pero nada de marchas atrás.

Respecto al punto de la legitimidad del castrismo debido al reconocimiento diplomático de Washington, hay que interpretarlo como una exageración de punta a cabo por no decir que se trata de un soberano disparate.

Desde mucho antes, la dictadura ha sido reconocida por casi todas las naciones del planeta a contrapelo de su largo historial de violaciones flagrantes y sistemáticas contra los derechos humanos, el unipartidismo, el abusivo código penal y otras aberraciones no menos escandalosas.

Así que el reconocimiento de Estados Unidos, que por cierto se ha comprometido a seguir apoyando a los activistas de la sociedad civil independiente y de la oposición, debe interpretarse como una manera de salir del aislamiento en que había quedado y que no favorecía sus intereses en la región a mediano y largo plazo.

Quien no quiera verlo así está en todo su derecho, pero el embargo con los respectivos esfuerzos por recrudecerlo ha mostrado sus reincidencias en el fracaso.

Los mandamases de la Isla han vivido la dulce vida. El enemigo externo define el soporte principal del reconocimiento externo a un modelo montado sobre la propaganda y el terror.

Todavía la élite verde olivo explota esa coartada. Cuentan con los incentivos para continuar exhibiéndose como víctimas ante el mundo, mientras le dan curso a los atropellos en un país que han convertido literalmente en una cárcel.


 

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