El Comité Ejecutivo de la UNESCO hizo el 12 de octubre en París una declaración tan escandalosa que su eco podría resonar por siglos si no fuera porque seguramente otros acontecimientos subsecuentes la harán palidecer y caer en el olvido, no obstante, es útil para ilustrar el estado al que ha llegado no ya el Medioriente sino algunos países latinoamericanos involucrados, lo que la hace más interesante para nosotros.
A muy grandes rasgos, el borrador de decisión en su primera parte reunió los diversos elementos que conforman el complejo del Monte del Templo en Jerusalem en una sola unidad integral y la declaró como lugar de culto musulmán (Muslim holy site), incluyendo al Kotel o Muro de los Lamentos, la Puerta Magrebí, conocida como puerta de los desperdicios o del estiércol, la única por donde pueden tener acceso los no-musulmanes a la “explanada de las mezquitas” que denomina sólo con el nombre árabe Al-Aqsa/Al-Haram Al-Sharif y a la plaza del Muro Occidental “Al-Buraq Plaza”.
Es una temeraria declaración de supremacía del Islam sobre todas las demás religiones, absolutamente incompatible con los principios que sostiene la UNESCO que promueve la convivencia y tolerancia entre las diversas confesiones, así que su primer y más chocante defecto es el exclusivismo religioso.
Pero también su unilateralismo, que imputa a Israel toda clase de agresiones y abusos ignorando por completo los innumerables atentados perpetrados por extremistas islámicos, así como las evidentes y documentadas excavaciones realizadas por cuenta del WAQF bajo responsabilidad de Jordania sin el menor respeto por las reliquias ni supervisión arqueológica alguna.
Los burócratas de la ONU se distancian de las decisiones que toman las diversas oficinas, organizaciones, comisiones, comités, de su enrevesadísima estructura diciendo que son responsabilidad de los gobiernos que las integran, librándose ellos de toda culpa, lo que han hecho desde el presidente del consejo ejecutivo, Michael Worbs, la directora general, Irina Bokova, hasta el secretario general, Ban Ki-moon, pidiendo excusas a Israel y al mundo, por lo que el ciudadano común puede pasar lo que le reste de vida tratando de desentrañar el alcance de estas declaraciones.
Primero, que no hay manera de que la ONU pueda evitar que estados forajidos se agavillen para imponerle a la comunidad no sólo decisiones atrabiliarias sino sus peculiares “visiones del mundo”. Por ejemplo los proponentes de la declaración, todos musulmanes: Argelia, Egipto, Líbano, Marruecos, Omán, Qatar y Sudán, éste último cuyo presidente Omar Hasan Al Bashir desde 2009 tiene orden de captura de la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra y contra la humanidad en Darfur, lo que significa que algo ha avanzado en la etapa aniquiladora de la islamización.
De Latinoamérica votaron a favor: Nicaragua, República Dominicana, Brasil, México, éste último trató de cambiar su voto por abstención después de que estalló el escándalo, pero ya era tarde, por lo que destituyó a su embajador, Andrés Roemer Slomianski, que resultó ser de ascendencia judía, opuesto a la declaración y proverbial chivo expiatorio.
México no es parte del socialismo del siglo XXI lo que ayuda a explicar sus marchas y contramarchas, que no dé la cara el responsable de una decisión contraria a la política exterior del gobierno Peña Nieto; pero la declaración tiene partidarios, en la izquierda que influye medios de comunicación y universidades, en comentaristas que no ocultan su odio antijudío, mientras la Iglesia Católica guarda un extraño silencio.
¿No era desde la embajada de Brasil en Tegucigalpa que Manuel Zelaya arengaba a sus partidarios cuando Chávez trató de reinstalarlo en el poder luego de su destitución en el 2009? ¿No gira allí el eje del Foro de Sao Paulo?
Algo muy oscuro debe estar ocurriendo en República Dominicana para que el tres veces presidente Leonel Fernández se mude Venezuela a hacerle los mandados a Maduro.
Y Daniel Ortega, guerrillero comunista, también presidente eterno, ¿qué tendrá que ver con la santidad?
El caso es que siguiendo al rabo siempre se puede hallar al Diablo.
EL EXTRAÑO ARTE DE OCUPARSE A SÍ MISMO
Cada vez que la declaración de la UNESCO menciona a Israel agrega cansonamente la coletilla “Potencia Ocupante” configurando la falacia que los lógicos llaman argumento ad nauseam que consiste en repetir una y otra vez un enunciado hasta que se da por sentado, sin discusión ni demostración alguna.
En verdad, la ocupación es una relación entre Estados uno de los cuales adquiere ciertas potestades de mantenimiento del orden público y seguridad de sus propias fuerzas mientras el otro conserva su soberanía sobre el territorio, según doctrina generalmente aceptada que todavía se enseña en las Universidades.
Servía para explicar la situación de los Estados ocupados por Alemania durante la II Guerra Mundial y de la misma Alemania después de la guerra, que no se extinguieron a pesar de la derrota militar sino que sobrevivieron bajo este régimen especial.
Ahora bien, ¿en qué cabeza medianamente sana puede caber la idea de que la relación de Israel con Jerusalem pueda equipararse a la de Berlín con Rusia y demás potencias, estas sí, ocupantes? ¿Cómo se puede comparar el norte de Francia respecto de Alemania con Judea y Samaria respecto de Israel?
Parece un hecho bastante palmario que Alemania existía antes de la ocupación de las fuerzas aliadas y siguió existiendo después, como debería serlo que nunca ha existido ni existe ahora ningún Estado árabe llamado “Palestina” cuya capital sea o haya sido Jerusalem.
No obstante, esta coletilla la repite constantemente alguien tan acreditado como la ministro de relaciones exteriores de Suecia, Margot Wallström, con el mismo propósito que la declaración de la UNESCO, de dar por sentado un asunto harto controversial e insostenible. Por cierto que la misma, dirigente del partido socialdemócrata, estuvo recientemente en Colombia dándole su entusiasta apoyo al llamado Acuerdo de Paz de las FARC que cuenta con el respaldo del gobierno socialista sueco.
La cuestión de fondo es la convicción de los socialistas de que ellos pueden crear no sólo el futuro sino también el pasado, que no sería más que otro convencionalismo social, a fuerza de organización y propaganda, así fundaron una nacionalidad palestina en 1964 y le dieron carácter retroactivo, como si hubiera existido desde siempre.
Una nación se define por ciertos rasgos característicos como el grupo étnico, idioma, religión, cultura que incluye desde el folklore, música, danza, literatura, hasta el vestido, usos y costumbres, fiestas, comidas, bebidas, ritos iniciáticos, matrimoniales, funerarios y un largo etcétera. Si se analiza la nacionalidad palestina no se encuentra ninguna característica peculiar diferenciadora del gentilicio árabe, ese es su idioma, su religión es musulmana y así sucesivamente.
El padre de la nacionalidad palestina, Yasser Arafat, en realidad era egipcio y el primer presidente de la Organización para la Liberación de Palestina, Ahmad Shukeiri, era libanes, su orientación filosófica no tenía nada que ver con la nación palestina sino con el panarabismo, igual sirvió a Siria que de representante diplomático a Arabia Saudita.
La población de la Franja de Gaza está integrada por egipcios que no tienen relación con la de Judea y Samaria que proviene de Siria e Irak, ni con la beduina, fiel a Israel y todavía hay un sector árabe de ciudadanía israelí divididos en facciones enemigas del Estado y las que lo apoyan, que eligen y son elegidos, ocupan cargos públicos, en la policía y hasta en las Fuerzas de Defensa de Israel.
De manera que la supuesta unidad nacional palestina es otro mito forjado por una propaganda incesante, como también lo es el ilusorio Estado soberano que estaría sometido a la “potencia ocupante” israelí, que no existe ni ha existido y por los vientos que soplan no existirá como sueñan algunos, judenrein, esto es, libre de judíos.
La mejor opción para los árabes del interior es gozar de la protección de un fuerte Estado judío.
UNA SINAGOGA EN LA MECA
Cuando Moshe Dayan decidió entregarle la administración del Monte del Templo al WAQF musulmán, una dependencia del Ministerio de Asuntos Religiosos y Lugares Islámicos Sagrados de Jordania, quiso hacer la diferencia, considerando que Jordania le prohibió a los judíos acceder a sus lugares santos y destruyó las sinagogas mientras tuvo el control entre 1948 y 1967, diciendo “nosotros no hemos venido para atropellar las prácticas religiosas de nadie”.
En el trasfondo quizás estaba la voluntad de las autoridades del gobierno de separar la cuestión nacional y territorial de la religiosa, enfatizando el carácter laico del sionismo. Mucho más al fondo, las autoridades rabínicas estimaron que no se habían cumplido ciertas condiciones proféticas y los judíos no estaban todavía preparados para acceder a un lugar tan sagrado, que involucra no sólo el destino de la Humanidad sino acaso de todo el Universo.
Y como todo debe ser dicho, hay que admitir la manifiesta hostilidad de sectas ultra ortodoxas contra el Estado al que consideran una herejía porque para ellos la superación de la Diáspora y la edificación del Templo ocurrirán sólo con la llegada del Mesías, que abrirá la era mesiánica de reunificación de los judíos y paz entre todas las naciones.
Hoy en día es difícil creer e imposible comprender que los judíos tengan prohibido rezar en el Monte del Templo, sobre todo considerando que el Monte Moriah es Sión, el centro espiritual del judaísmo e inspiración del sionismo.
Pero he aquí una estrecha vigilancia del WAQF sobre los visitantes que si observa el menor movimiento de labios, alguna inclinación o reverencia empieza a dar voces de alarma para que sea la policía israelí quien los eche, incluso por la fuerza.
Grupos de zagaletones incitados y remunerados por Fatah, Hamás y la fracción norte del movimiento islámico hostigan, insultan y agreden a los visitantes, judíos o cristianos, porque ese es un lugar sólo para musulmanes. El moderado Mahmud Abbas dice que “los judíos no tienen ningún derecho a profanar Al-Aqsa con sus sucios pies”.
No puede afirmarse sin contradicción que se garantiza a todos la libertad religiosa en los lugares sagrados si se prohíbe a los judíos ejercerla en el Monte del Templo, en aras de la preservación de un supuesto Status Quo ya roto de iure por decisión de la UNESCO, porque si lo declaran exclusivamente musulmán, bueno, ese ya no es el Status Quo, porque un plato no se puede romper por un lado dejando al otro lado intacto.
Pero antes lo habían roto de facto con la violencia contra los demás fieles, cruzando una línea que afecta la existencia misma del Estado de Israel cuya razón de ser es crear un Hogar Nacional Judío, donde no sufran discriminación, persecución, hostilidad por el simple hecho de ser judíos. No se puede renunciar a aplicar las Leyes de Israel en el Monte del Templo sin que eso implique claudicar la soberanía sobre el territorio.
Irónicamente, mientras para los rabinos los judíos deben purificarse antes de ascender a este lugar demasiado sagrado, los árabes utilizan la llamada explanada de las mezquitas para jugar futbol y hacer picnics. Cuando rezan lo hacen mirando hacia La Meca, dándole la espalda al Domo de la Roca, en la que, según la tradición, Abraham estuvo a punto de sacrificar a su hijo Isaac.
Incluso la UNESCO debe reconocer que en ninguna cultura “dar la espalda” es una señal de respeto, más bien es un desprecio. Esta profanación es ostensible, imposible de ocultar y rutinaria.
Cuando el islam toma posesión de un territorio, entonces echa de allí a todos los demás a los que considera infieles. Así, no existen sinagogas ni iglesias en La Meca, ni en Medina, es más, todo el territorio de Arabia Saudita se declaró sagrado y no puede ser ni siquiera pisado por quien no sea musulmán: más de dos millones de kilómetros cuadrados, ¡más de cien veces el territorio Israel!
En cuanto a preservación del patrimonio cultural que es la meta de la UNESCO, ¿quien ha destruido más reliquias arqueológicas que el islam desde que apareció sobre la faz de la tierra? Cuando conquistaron la India y Asia Central destruyeron al budismo, una de las más hermosas y pacíficas culturas que haya conocido la humanidad.
Pero sería demasiado arduo e innecesario reseñar por conocidos los crímenes islamistas, de manera que sólo resta la convicción de que la islamización tiene que ser detenida: Si los musulmanes proclaman que no pueden convivir con judíos ni cristianos es obvio que quienes tienen que largarse son ellos.
Ni las mentes más escépticas y científicas podrían evitar un estremecimiento místico al constatar el hecho indiscutible de que la línea roja que no puede cruzar la ola de islamización de la tierra pasa por Jerusalem, precisamente por el lugar que Dios eligió para edificar su Templo.
¿Quién sabe si los resultados de las elecciones norteamericanas no sean una señal del cambio de la pusilanimidad cómplice a una actitud valiente contra la islamización? Como sea, Donald Trump prometió trasladar la embajada de los EEUU a Jerusalem, como debió hacerse por Ley a mas tardar el 31 de mayo de 1999, pero que las sucesivas administraciones han ido prorrogando para “no ofender” a los musulmanes, lo que no parece que haya apaciguado el odio que éstos les dispensan.
Será imposible que la alianza de países islámicos siga encubriendo sus decisiones bajo el manto de organismos internacionales que no tienen nada que ver con su agenda de supremacía mundial.
Porque en Europa también se percibe el despertar de la civilización contra la barbarie.
Latinoamérica tendrá que definirse entre la educación, la ciencia y la cultura o el islam.