Martes , 27 Junio 2017
Patria, socialismo y muerte, muerte, muerte

Patria, socialismo y muerte, muerte, muerte

El más de medio centenar de muertos acumulados en la más reciente ola de protestas escenificadas en Venezuela se produce sobre el trasfondo de los más de setenta asesinatos por día, que lleva varios años, y nos acerca a la más alta tasa de homicidios por habitante del planeta, sin excluir países en guerra como Afganistán e incluso Siria.

Esta industria del asesinato a gran escala impone una reflexión política considerando que el 99% quedan impunes, lo que implica responsabilidad del Estado tanto por su acción directa porque la mayoría de ellos son perpetrados por las policías, fuerzas armadas y grupos paramilitares, como por omisión de los organismos que se supone deberían perseguir el crimen.

La respuesta más inmediata es que se trata de una política de terrorismo de Estado, que tiene como finalidad el sometimiento de la población, pero también expulsarla del territorio. La cifra de venezolanos desplazado supera ampliamente los dos millones, que si algunos se han ido buscando perspectivas económicas que les han sido arrebatadas aquí, la mayoría lo hace en primer lugar por razones de seguridad.

Esta explicación es consistente con la teoría y práctica del socialismo porque, por ejemplo, Lenin repudiaba el terrorismo de los anarquistas al que descalificaba como acciones individualistas, aisladas; pero en cambio lo justificaba plenamente como parte de las tareas de un ejército en operaciones.

En verdad esta es la política que siempre han aplicado los ejércitos de ocupación sobre la población nativa desde que existe la conquista territorial, el nacionalsocialismo la usó en la Europa ocupada, así como el ejército rojo, los socialistas serbios en los Balcanes, los comunistas cubanos y sus aliados en África.

La segunda reflexión que se impone es filosófica y ya se planteó con motivo del Holocausto (Shoá): ¿Cómo es posible? La barrera que impide la aniquilación de seres de la misma especie, instintiva en cualquier animal porque atiende a su supervivencia, parece dejar de funcionar y en el caso particular de la especie humana, los escrúpulos de conciencia pierden su eficacia.

Nuestro problema es la falta de conexión de los perpetradores con su acción criminal. Por ejemplo, unos sujetos que están en un bar secuestran a los de la mesa de al lado, los llevan a casa, saquean, ruletean, asesinan y echan los cuerpos en un botadero de basura; luego vuelven y se sientan en la misma mesa como si nada hubiera pasado, convencidos de que nada les ocurrirá y dispuestos a hacerlo de nuevo.

La convicción de los autores materiales es que conservarán el anonimato y nadie podrá conectarlos jamás con sus propios actos. Causa perplejidad lo fácil que resulta matar y como algunos sujetos incluso encuentran cierto placer morboso al hacerlo, dejando a un lado la repugnante cobardía de ocultarse para eludir su responsabilidad.

Pero hay autores intelectuales, pongamos por ejemplo el célebre tweet del mayor Francisco Ameliach, ordenando a las “Unidades de Batalla Bolívar-Chávez, a prepararse para el contra ataque fulminante. Diosdado dará la orden. Gringos y fascistas, respeten”. Pero quien resultó abatida fue la reina de belleza Génesis Carmona, además de una docena de escolares abaleados; más tantos otros asesinados en aquellos acontecimientos de febrero de 2014.

Si alguien preguntara: ¿Y dónde están los gringos y fascistas? Habría que responderle: En ninguna parte, salvo en la cabeza de FA, que esa es la fantasía encubridora que les permite creer que están librando otra Batalla de Carabobo contra un imperio formidable, mientras en el mundo real están atropellando unas amas de casa desesperadas y matando a sus hijos indefensos.

Los autores materiales se equivocan, porque siempre es posible reconstruir la secuencia de los crímenes y nadie tiene la impunidad garantizada, siempre hay testigos, desde ellos mismos hasta sus secuaces que pueden traicionarse mutuamente.

Los autores intelectuales también se equivocan, porque los hechos siempre terminan imponiéndose por encima de las mamparas ideológicas.

Y no hay nada más convincente que montones de cadáveres apilados.

EL ESTADO COMUNAL

“Últimamente las palabras dictadura del proletariado han vuelto a sumir en santo horror al filisteo socialdemócrata. Pues bien, caballeros, ¿queréis saber qué faz presenta esta dictadura? Mirad a la Comuna de París: ¡he ahí la dictadura del proletariado!” Escribía F. Engels el 18 de marzo de 1891, en el vigésimo aniversario de la Comuna.

La llamada Constituyente Comunal convocada recientemente en Venezuela es un experimento en sentido estricto, político, jurídico, social y desde cualquier otro punto de vista, porque no existe ni ha existido nunca ningún “Estado Comunal”, ni siquiera en Cuba o Corea del Norte; su único referente es teórico, lo que Carlos Marx quiso ver en el episodio de la Comuna de 1871 y que describió a su manera pintoresca como una puesta en escena de su concepción clasista de la historia universal.

Desgraciada o felizmente Marx no desarrolló ninguna teoría de la dictadura, de hecho, después de su Guerra Civil en Francia no se ocupó de la política sino que dirigió todos sus esfuerzos a lo que le parecía más importante, su crítica a la economía política puesto que para él la economía determinaba todo lo demás en cada sociedad histórico concreta.

Los que se vieron obligados a abordar esta tarea fueron sus seguidores, como Lenin con El Estado y la Revolución y Stalin con la edificación del socialismo en un solo país, a contrapelo de sus padres fundadores del marxismo clásico que predicaban la extinción del Estado y el socialismo internacional.

Sólo existen dos tipos de Estado: Federal y Centralista, con las diversas combinaciones que puedan hacerse con ellos, sean repúblicas o monarquías, que era la división tradicional hasta que todos se hicieron constitucionales.

El Estado soviético pretendió ser comunal al principio, de allí la consigna leninista “¡Todo el poder para los soviets!” Pero eso duro menos que la vida de Lenin, la consigna de Stalin es “todo el poder para el partido” y es la que prevalece hasta el día de hoy, incluso en Cuba y Corea del Norte, que son los únicos regímenes estalinistas que sobreviven después del derribo del muro de Berlín.

Así que el llamado Estado Comunal es un recurso de prestidigitador a exhibir hacia el exterior para aparentar que aquí se está haciendo una verdadera revolución y concitar el apoyo de los nostálgicos del comunismo dispersos no sólo por Latinoamérica sino sobre todo en Estados Unidos y Europa.

La situación puede describirse así: un régimen inviable política, económica y socialmente, pero con la firme determinación de impedir que surja cualquier fuerza capaz de sustituirlo en el poder. Por el otro, una oposición con todas las alternativas posibles, pero impotente para desplazar al régimen por vías pacíficas, constitucionales, democráticas, electorales, etcétera, según la camisa de fuerza que se ha autoimpuesto.

Y ese no es su único problema. Frente al desafío de la Constituyente Comunal saltan a decir que esa es una propuesta de “Estado Fascista”, es decir, exactamente lo que no es. El Fascista es un Estado Corporativo, integrado por estamentos profesionales donde los empresarios, terratenientes, comerciantes, gremios, sindicatos, tienen un rol esencial; de hecho, la palabra “comuna” ni siquiera aparece en el discurso político de Mussolini.

Pero esto es apenas un síntoma de la enfermedad ideológica de la oposición oficial, que es tolerada precisamente porque adopta la misma “visión del mundo” del régimen y todos sus prejuicios, así que comparten idéntico lenguaje, se autodefinen “de izquierda” y decir que alguien es “de derecha” es una descalificación cuando no un insulto.

Un alcalde opositor que ha sido secuestrado, citado numerosas veces a organismos de seguridad, sufrido pintas amenazantes en su propia casa, víctima de acoso, persecución e intentos de intimidación acusa al régimen de comportarse ¡como el general Pinochet!

Sería demasiado arduo y repetitivo insistir en las coincidencias que exhibe la oposición oficial con un régimen del que en realidad es complementaria y que limita la lucha a ampliar su zona de influencia, tratando de convencerlo de las virtudes de la alternatividad frente al continuismo, punto en que los comunistas nunca transigirán so pena de dejar de ser marxista-leninistas.

Así se retorna a la contienda entre el absolutismo bolchevique y el oportunismo menchevique: reforma o revolución.

El partido de la libertad está completamente afuera de este juego.

ALMAGRO, AL PAREDÓN

“La justicia militar es a la Justicia lo que la música militar es a la Música”, se dice con frecuencia en Venezuela; con el agravante de que jueces y fiscales siguen atados con sus votos de obediencia y disciplina por lo que la justicia militar es, sin que haya nada peyorativo en ello, una justicia subordinada.

Un principio generalmente aceptado reza que los jueces deben ser imparciales, objetivos y no deben estar sometidos a más constricción que la de su conciencia.

El problema es que los comunistas no creen en ninguno de estos valores: son partisanos por excelencia, su concepción de buena conducta se reduce a seguir la línea del partido. La objetividad es un prejuicio pequeño burgués, porque toda acción supone una toma de posición, a favor o en contra. Si se apela a la conciencia responden que “el ser social determina a la conciencia”, así que solo hay “conciencia de clase”.

No es extraño que el epicentro del conflicto de Almagro sea su vocación por la Justicia por un lado y su fidelidad a la revolución por el otro. Su propuesta es fácil de formular e imposible de cumplir: ser crítico del régimen títere de Maduro y no obstante seguir formando parte del submundo de la izquierda.

Tomemos como ejemplo su más reciente discurso sobre el pase a la justicia militar de manifestantes civiles para observar algunas dificultades de esta posición tan incómoda.

Dice que “los colectivos armados (son) una suerte de camisas negras del fascismo”, asimismo, las acusaciones del gobierno “forman parte de un discurso reaccionario”. Pero lo que uno ve en la realidad es que esos colectivos visten unas franelas rojas estampadas con la imagen del Che Guevara, la misma que exhibe Almagro en su oficina en Washington. Llamar “fascista” a este régimen es mentir deliberadamente.

Almagro no nos dispensa de llamar “bolivariana” a la República, además de a otras organizaciones delictivas a las que denuncia por cometer crímenes atroces, aunque no nos facilita ninguna explicación medianamente jurídica de cómo puede ser una República “bolivariana”, o “islámica” por mencionar otro caso que conoce muy bien.

El itinerario de Almagro arranca del Movimiento de Participación Popular integrante, junto al Partido Comunista, al Socialista y otra veintena de organizaciones, del Frente Amplio del Uruguay, organización fachada del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaro, de Raúl Sendic (padre), Pepe Mujica, Tabaré Vázquez y Elbio Rosselli, presidente pro tempore del Consejo de Seguridad de la ONU, quien declaró recién que “el caso de Venezuela no está en la agenda, ni debe estarlo”. ¿Es necesario agregar que son miembros del Foro de Sao Paulo?

Fue embajador en Irán de 1991 a 1996, en la UNESCO en 1998, China de 2007 a 2010 y canciller de Pepe Mujica durante todo su período de 2010 al 2015. Sus actos más destacados son haber gestionado el traslado de prisioneros de Guantánamo al Uruguay, así como un puente para traer refugiados sirios. Fue facilitador del diálogo USA-Cuba que condujo a la apertura de Obama. Pero lo que nos atañe más directamente es que fraguó el ingreso de Chávez al Mercosur.

Le tendió una alfombra roja a Castro para que reingresara a la OEA, oferta que éste rechazó, a pesar de su curiosa declaración de que “la OEA debe entonar un mea culpa por haber excluido a Cuba”. Castro no tiene que pedir perdón por nada, al contrario, si para él la OEA es “el ministerio de colonias de los EEUU”, entonces fatalmente Almagro es su ministro de colonias.

Es de los políticos y diplomáticos capaces de hablar durante horas y escribir cientos de páginas haciendo la radiografía más detallada de la tiranía que devasta a Venezuela sin mencionar ni una vez a Cuba, ni la palabra “comunismo”, siquiera por equivocación, lo cual no deja de ser una especie de proeza aunque no tenga nada de admirable.

La ruptura del MPP, PC y PS con Almagro viene de sus tiempos de canciller en 2012, por  no acompañar una declaración contra el “genocidio” de Israel en Gaza, entonces dijo que no fue consultado, ni debía la cancillería pronunciarse sobre asuntos de partido, sin contar que la declaración no se corresponde con el concepto que el abogado judío y diplomático honorario Rafael Lemkin logró que adoptara la ONU, que equivale a banalizar el término e Israel responde al ataque de miles de cohetes que dispara Hamas desde la franja contra su población civil, por lo que sus actos son en legítima defensa, como se dice, “conforme a Derecho”.

Este tipo de cuestiones pero sobre todo su actuación en la OEA frente al régimen títere de Venezuela son las que llevaron a Pepe Mujica a definirlo como “un abogado, esclavo del Derecho”, como si no entendiera los apremios políticos, por lo que le escribió una carta que concluye diciendo: “Por eso formalmente te digo adiós y me despido”.

El frente interno de Almagro se desintegra y sus aspiraciones que quizás fueran a la Presidencia de Uruguay naufragaron, como en su momento las del también socialista José Miguel Insulza a la de Chile y por razones diametralmente opuestas.

Sigue siendo cierto que no se puede servir sino a un solo Dios y entre la Justicia y la Revolución, pues, hay que elegir.


 

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