Martes , 27 Junio 2017
Miedos, penurias y resignaciones

Miedos, penurias y resignaciones

El fin del castrismo no parece estar en sintonía con el bullicio de las revueltas populares, las sirenas de los carros antimotines y los toletazos envueltos entre las nubes de gases lacrimógenos como preámbulo de un cambio de régimen y por ende de modelo político.

La sublevación redentora que continúa vigente en el pensamiento y los deseos de muchos cubanos de dentro y fuera de la Isla corre el riesgo de quedar entrampada en las coordenadas de lo imposible.

Si bien el descontento hacia las políticas del gobierno es real e incuestionablemente mayor, surge la duda en torno a la posibilidad de que puedan generarse las debidas articulaciones bajo el signo de una represión que ha conseguido meter un policía, armado hasta los dientes y en perpetua vigilia, en la mente de cada cubano.

Simular lealtad al dogma oficial y devanarse los sesos en encontrar las vías para marcharse a otras latitudes siguen siendo prácticas casi unánimes y con muy pocas probabilidades de que varíen mientras Raúl Castro y sus amigotes sean los dueños y señores del país.

Los anuncios de un nuevo descenso del nivel de vida a partir de las reticencias en implantar, sin remilgos, las reglas de la economía de mercado y el paulatino recorte de los subsidios petroleros procedentes de Venezuela, no son suficientes para apostar a que los cubanos romperán las barreras de la doble moral.

De solo imaginar las secuelas de un acto de repudio o una temporada tras las rejas, la gente refuerza su devoción por las apariencias y rehúye como el diablo a la cruz las invitaciones a exigir derechos y libertades frente a los esbirros y chivatos que andan a la caza permanente de contrarrevolucionarios.

En este verano de 2016, la población capitalina aparte de los lengüetazos de un sol con designios de verdugo debe enfrentarse a otra ronda de escaseces.

Ya en numerosos barrios y cuarterías se amplifican en las conversaciones todos los efectos de lo que apunta ser una regresión en términos de abastecimientos y servicios.

Ciertamente, lo que se avizora no es cosa de juego. Puede ser que algunas predicciones pequen de poco objetivas debido a la exageración, pero en esencia nada bueno se puede esperar de la voluntad del gobierno en demorar la introducción de reformas medulares en el plano económico, política y social que le pongan freno al humillante ciclo de las penurias.

Como se ha hecho costumbre, los cubanos aceptarán las pautas del juego.

La fuga preferiblemente hacia los Estados Unidos y los camuflajes para sobrevivir en medio de las turbulencias del racionamiento y la inflación son dos de los caminos a transitar en estos tiempos de ambivalencias e intentos de acomodo del poder.

La protesta en demanda de reivindicaciones será un asunto exclusivo de los que están decididos a morir en el intento o padecer cualquiera de los castigos que aparecen en una profusa lista, abierta a las añadiduras.

Es decir, una minoría que se resiste a claudicar pese a las ráfagas de odio puro que disparan las huestes del totalitarismo al pecho y con los ojos bien abiertos para no fallar.


 

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