En el centro oriental de Cuba, Municipio Najasa, Provincia Camagüey, se erige uno de los mayores Cotos de caza bajo la fachada de la entidad estatal de “Flora y Fauna” que históricamente a dirigido el Comandante de la Revolución Guillermo García Frías. Hasta sus predios llegó este reportero recientemente en busca de las vivencias de una de las tantas familias campesinas asentadas en una localidad selvática conocida como “Moja Casabe” que limita con las extensas e improductivas tierras del Latifundio estatal y sus sofisticadas instalaciones de disfrute y recreo, exclusivo para la élite gubernamental y sus invitados.
Así pude conocer a José Ramón, un niño de 11 años cuyo único pasatiempo consiste en acarrear leña y agua para que su madre pueda cocinar, o en ayudar a su padre con los animales que crían para comer…
Le pregunto que planes tiene en los días de vacaciones escolares y su única respuesta es hablar, de forma entrecortada, de su rutina diaria.
Mientras conversamos, no deja de apilar troncos en un rústico remolque hecho por el mismo; único medio de transporte en aquel lugar casi inaccesible.
Me cuenta: “… en su casa no hay electricidad y que pocas veces he visto la televisión”, a pesar de que a pocos metros existe el tendido eléctrico que suministra el fluido a las instalaciones del Coto de Caza que dirige el sacrificado Comandante Revolucionario…, servicio al cual los pobres no tienen acceso en pleno siglo XXI.
Ramoncito como le dicen sus padres, es el mayor de cinco hermanos, su vida transcurre entre el ordeño de la chiva, cargar agua para que su madre tenga para la cocina, buscar madera para los corrales, y en ocasiones para la casa, un humilde bohío construido con tablones toscos; pencas de palma y piso de tierra.
Al indagar que piensa hacer cuando crezca o termine la escuela, se queda en silencio, como si no encontrara qué responder, como si nunca hubiese pensado en eso, como si la respuesta fuera tan evidente que no hiciera falta responderla.
Una última pregunta a este niño con la piel curtida por el sol y las manos cayosas por el bregar cotidiano -¿el Comandante Guillermo García, vicepresidente del Consejo de Estado no los visita, no los ayuda, ni hace nada por ustedes?
“No lo conocemos, sus tierras tienen cercas con electricidad y guardias forestales armados, es peligroso acercarse a ese lugar; viene en helicóptero y pasa días,a veces se escuchan las risas y la música, dicen que se cocina mucha comida diaria aunque no venga, luego la botan… mi papá me dijo que es mejor mantenerse lejos de esa gente para no tener problemas, que no somos iguales.”
Al regreso por el polvoriento camino que enlaza con la cabecera Municipal, pude ver a otros niños al lado de sus padres,aprendiendo los oficios del campo que le da de comer, y la miseria en que desarrollan sus vidas. Como Oasis en medio del Desierto se interponen los terrenos y lujosas instalaciones del dirigente gubernamental, que denotan una enorme brecha entre pobres y ricos…
En una sociedad construida sobre cientos de promesas sin cumplir, y discursos vacíos que dibujaron un futuro victorioso…, la historia se repite de un extremo a otro de la isla.
La desigualdad social es evidente a cada paso que damos.