La llegada de los huevos a las bodegas en la capital manifiesta tristemente la cotidianeidad de la Cuba de hoy. La población ante la voz del arribo corren despavoridos, discuten y se insultan entre sí. Frente a la eminente realidad de que la oferta no responde a la demanda por lo que no hay para todos…
El huevo liberado tiene un precio de 1.10 cup y el normado por la libreta de racionamiento 0.90 ctvos cup. Con percápita de cinco por persona. Como es lógico el normado casi nunca aparece y los liberados son víctimas de los acaparadores que más tarde lo comercializan a dos pesos. Históricamente el huevo en el país ha sido el salvavidas de la familia cubana y por ende un producto de primera necesidad. “Es triste ver el espectáculo de dos mujeres mayores halándose los pelos para alcanzar comprar huevos”, argumentaba recientemente un veterano de la Sierra Maestra que con sus 83 años de edad dice haber entregado los mejores años de su vida a la revolución. “Para una irrisoria chequera que no cubre su sustento y para correr detrás de esos dichosos huevos…”
Lo cierto es que desde inicio del período especial, ciclo del desplome de la economía comunista en la isla, el sector avícola quedó a la deriva como otros tantos sectores. Fenómeno que generó un enorme decrecimiento en la producción de huevos. Centenares de granjas avícolas a lo largo y ancho del territorio nacional desaparecieron o pasaron a ser simplemente ruinas pobladas de marabú y escombros.
Hoy los huevos son fruto de discordia y desunión entre los pobladores y no faltan aquellos que aun sueñan se resuelvan los problemas tras el maridaje Obama-Castro que tanto ilusiona a unos y desconsuela a otros. A fin de cuentas y de todos los tiempos, el decoro de Cuba no es lata de carne rusa ni petróleo venezolano, menos aún hamburguesas y huevos norteamericanos. Desgraciadamente, nuestro pueblo solo piensa en la supervivencia y no entiende que “el decoro de Cuba solo depende de los cubanos.”