Aldo de Jesús Palma Maleta es un anciano de 90 años de edad que cuando se le escucha hablar sobre su vida y la de su familia, usted lo coloca dentro de las personas pertenecientes a la pobreza extrema, es vecino de la calle Pedro Figueredo #162 entre Sol y Plácido; en el municipio de Manzanillo, provincia Granma.
La casa tiene el frente de madera, pero con la peculiaridad de estar podrida; está situada en un promontorio y en una zona frecuentada por muchas personas ya que cerca existe un agromercado llamado “La Kaba”. Lo curioso es que cuando la puerta de la calle se abre dentro no existe división alguna, aunque en sus tiempos fue una casa de cuatro cuartos hoy es todo una sola habitación y dos paredes que son las colindantes con los vecinos de al lado.
Nos refiere el anciano que su casa se fue derrumbando poco a poco, por no tener economía para arreglarla. Él ha perdido a dos de sus hijos, le queda uno de 44 años de edad que se convirtió en un alcohólico y no ha podido recuperarse.
En una esquina del local sucio y mal oliente se encuentran varias hojas de periódicos que le sirven de colchón al anciano y a su hijo Aldo Julio Palma Tamayo, y en otro pequeño rincón la esposa Margarita Tamayo Pérez de sesenta y ocho años de edad duerme en el suelo abrazada a un flacucho perro.
La fetidez se hace más patente por un hoyo profundo, lleno de heces fecales expuestas al aire libre, por la falta de servicios sanitarios y se expande por todo el lugar. Aldo de Jesús tiene una chequera de ciento noventa y dos pesos cubanos (moneda nacional); de este monto utiliza cuarenta y cinco pesos para pagar la comida en un comedor asignado conocido como “Las Variedades”. Como no puede caminar, alguien -cuando se acuerda- se la trae.
Algunas veces se alimentan de lo poco que su hijo enfermo, recoge en los basureros donde hasta el perro come también; él cuenta que en ocasiones han pasado varios días sin comer.
En lo que un día fue un cuarto al aire libre comen y lavan con un porrón de agua, para que se tenga una idea de la forma miserable que viven, solo tienen un plato y una cuchara para los tres y aprovechan cuando llueve para bañarse, por lo que padecen de escabiosis y pediculosis.
No tienen entrada de agua y tampoco servicio de electricidad, se iluminan solo con la luz solar. Pertenecen al Consejo Popular No.4 y explican que cada sesenta días son visitados por una trabajadora social, la que no les da su nombre y les ofrece ropas, vasijas, sabanas, colchón y camas; pero todo se queda en el ofrecimiento, porque nunca han recibido nada.
Solo me viene a la mente una pregunta: ¿Estas personas viven mejor o peor que los pobres de los que habló Fidel Castro en su alegato de defensa “La Historia me Absolverá”?
Manzanillo, enero de 2017