El flagelo del hambre sigue comportándose, como la forma de violencia más asesina que existe en el interior de las prisiones cubanas, lo que ocasiona esta situación perversa es la falta de sensibilidad ética de los auto-titulados “revolucionados socialistas” hacia sus semejantes.
En el caso de las prisiones; las autoridades carecen de sensibilidad humanitaria, en los militares la ética que prevalece y excluyente, racionalizar los alimentos a los sancionados, ofertar productos en estado descompuesto, mal elaborados y carente de higiene en su elaboración; está ligado a los abusos de poder, al uso de la fuerza, y al servicio de intereses personales y mezquinos de los custodios, a ello se le suma que la demandas de alimentos nunca ha podido ser plenamente atendida por el gobierno, a los presos cubanos se les niega todo derecho.
Mediante conversación telefónica con el recluso Leandro Cerezo Sirut, confinado en aislamiento en solitario en una de las celdas de la prisión Kilo-8, cumpliendo una condena de cadena perpetua, pudimos conocer que aproximadamente un centenar de reclusos de esta prisión enfrentan desnutrición extrema, producto de la escases de alimento, según sus declaraciones “los más afectados por la hambruna son los que se encuentran aislados, a quienes se les reprime reduciéndoles las normas alimentarias, para evitar la fortaleza física que desvergonzadamente para las autoridades constituye un peligro” . Todo indica que la privación de alimentos a los reos es un método de castigo, ciertamente el criterio generalizado la prisión es un secadero y ya se han detectados algunos casos de neuropatías como el Beri-Beri .
El genocida tratamiento resulta extremadamente cruel e inhumano, utilizar el hambre como mecanismo de represión y violencia, sin tener en cuenta que se trata de seres humanos condenados a permanecer tras las rejas la mayor parte de su vida.