Aún no habían pasado veinticuatro horas de que la policía política advirtiera a mi esposa de que me propinarían una golpiza por haber participado en la protesta llevada a cabo el día 22 de octubre frente a la sede de la Fiscalía General de la República, y ya se cumplía la amenaza en las manos del oficial Camilo y su compinche Herminio.
Característico de pandilleros cobardes, se arrojaron violentamente sobre mí en las afueras del Centro Comercial 5ta. y 42 en el municipio Playa, la tarde del día 23, y mientras uno me esposaba, el otro me aplicaba una llave de estrangulamiento, llevándome al borde del desmayo, repitiéndome una y otra vez: “Tú no vas a gritar más en ninguna institución”.
“Dale por el brazo malo” eran las indicaciones dadas por Camilo a Herminio, refiriéndose a mi brazo izquierdo, el cual presenta un desgarramiento muscular causado por una de esas golpizas que el mismo me habría propinado en el pasado.
Todo parece indicar que no quedaban complacidos, a pesar, de mis gritos de dolor, por lo que comenzaron a darme fuertes golpes en el área de la columna vertebral, hasta que se cansaron.
Muchas personas presenciaban el espectáculo de horror, pero nadie opinaba, quizás, temían correr la misma suerte. Ante la gran acumulación de espectadores, me sacaron corriendo del lugar y me lanzaron como si fuera un saco de papas en un auto lada color verde con matrícula particular, luego se me sentaron encima y me jorobaron los pies hacia adentro, a punto de partirlos, para cerrar la puerta trasera.
En cuestiones de minutos, llegamos a la unidad policial del propio municipio donde, después de despojarme de todas mis pertenencias, me tiraron en uno de sus calabozos.
En la madrugada del día 24, me trasladaron a la unidad de la policía del municipio Lisa, donde permanecí, junto a otros activistas participantes en la marcha, hasta que amaneció, siendo todos llevados hacia la unidad de la policía de Alta Habana, donde fuimos instruidos por desorden público y tirados en una oficina abandonada con condiciones higiénicas extremadamente malas.
Al día siguiente, en el horario de la tarde, nos llevaron para la unidad de Boyeros, permaneciendo allí hasta el día 26 en la tarde, donde luego de ser multado con 1500 pesos por manifestarnos ilegalmente, fuimos liberados.
La Habana.