La prostitución infantil ha aumentado en la isla a la misma velocidad que lo han hecho la pobreza y el turismo.
Cuba ya no es el prostíbulo de Estados Unidos, pero sí uno de los destinos del turismo sexual de Canadá y varios países europeos, entre ellos España. En un país en el que la prostitución no es delito, el problema se agrava cuando menores de edad se ven abocados a vender su cuerpo –a menudo con el consentimiento de sus padres- para comprar ropa o alimentos, establecerse en la capital o emigrar al extranjero. La prostitución infantil ha aumentado en la isla a la misma velocidad que lo han hecho la pobreza y el turismo, en un marco de pérdida de valores y legislación «poco enérgica» al atacar este problema.
A esa dura realidad han llegado diferentes expertos consultados por ABC después de que el Comité de los Derechos del Niño de Naciones Unidas instase este mes a Cuba a que reajuste sus leyes sobre turismo sexual y pornografía infantil. El Comité de la ONU ha pedido a La Habana que «tome medidas urgentes para garantizar el pleno respeto de los derechos del niño» y le recomendó que «establezca un archivo para analizar y monitorear el impacto que pueda tener la trata de niños en cuanto a venta y tráfico de menores con propósitos sexuales y de prostitución». El Departamento de Estado de EE.UU. sostiene en su Informe sobre Tráfico de Personas de 2014 que «la prostitución infantil y el turismo sexual con niños ocurren en Cuba».
La ministra de Justicia cubana, María Esther Reus González, señaló no obstante en Ginebra que su país aplica una política de «tolerancia cero» con este tipo de delitos, aunque recalcó que «la prostitución es un fenómeno mundial que en Cuba no tiene mayor trascendencia, y muchísimo menos en niñas y adolescentes». En un país de cifras oficiales dudosas, la ministra precisó a Efe que de los 2,2 millones de menores cubanos, la prostitución infantil «afecta al 0,08 por ciento de esta población». Reus González niega que exista turismo sexual en la isla y menos con menores de edad.
Pero basta pasearse por el parque Céspedes, en Santiago de Cuba, para ver cómo menores de ambos sexos, sobre todo chicas, van a la caza del turista. Activistas de derechos humanos de la Unión Patriótica de Cuba (Unpacu) aseguran que, en la zona de internet de un hotel de renombre en esa plaza, adolescentes en busca de contactos les piden ayuda para conectarse a internet con teléfonos móviles de dudosa procedencia. En la esquina de la calle Monte con Cienfuegos, en la Habana Vieja, las menores buscan clientes sin disimulo, según el testimonio de Nancy Alfaya, miembro de las Damas de Blanco que vive en los alrededores. Allí y en cualquier lugar donde haya turistas. «Basta sentarse en el lobby de un hotel para saber que esto ocurre», dice Laritza Diversent, abogada de Cubalex, una organización sin ánimo de lucro que facilita servicios jurídicos.
El perfil del menor de edad que se ofrece por unos dólares suelen ser niñas de unos 14-17 años, a veces incluso menores, la mayoría negras o mulatas, nacidas en zonas rurales de las provincias de Oriente, las más pobres del país. A veces se venden para comprarse algún capricho, pero muchas para ayudar en casa. En Camagüey, por ejemplo, una prostituta adulta recluta a adolescentes en su casa de Villa Mariana, un barrio desfavorecido. «La prostitución es algo ya casi normal en Cuba, hay tolerancia social con esta vía de escape de la juventud, que en lo único que piensa es que un extranjero le ayude económicamente a ella y su familia, y a ser posible le consiga una visa para salir del país», explica Daily Coro, médico de urgencias que ganaba 40 dólares al mes hasta que perdió su puesto de trabajo (es activista del Observatorio Cubano de Derechos Humanos). Los padres de las menores más vulnerables no suelen tener estudios y perciben unos 10 dólares al mes (el salario medio es de 20 dólares). No es extraño entonces que inciten a sus hijas a prostituirse, no solo con turistas sino con quien pueda facilitarles alimentos o productos tan básicos como un litro de aceite (2,60 dólares) o un paquete de detergente (un dólar). «Este fenómeno ha aumentado más por el incremento de la pobreza que del turismo. La lucha por la supervivencia es muy dura en Cuba y muchas personas se abstienen de criticar a las familias que envían a sus hijos a prostituirse porque, según reza una frase popular, “Sálvese el que pueda”», opina la periodista independiente Yusmila Reyna.
Legislación «poco enérgica»
La periodista cubana está convencida de que la prostitución infantil en Cuba -en ascenso desde el llamado «periodo especial» de la década de los noventa- «continuará o empeorará mientras no haya cambios sustanciales en la estructura y funcionamiento de nuestra sociedad». La abogada independiente Laritza Diversent cree que la legislación cubana «no es lo suficientemente enérgica a la hora de reprimir este tipo de conductas detestables, tener relaciones sexuales con menores». Sostiene que las autoridades «no atacan la demanda, que no tiene freno legal , se castiga a la mujer, a la que se procesa bajo la figura de peligrosidad social predelictiva» y alerta de que las menores entre 16 y 18 años de edad están desprotegidas en la ley penal. Los adolescentes de esas edades, ahonda la experta Dora Leonor Mesa, «no encuentran protección penal efectiva en la legislación, ni en la práctica, principalmente porque ya han adquirido responsabilidad penal y son tratados como adultos». Mesa dirige la Asociación Cubana para el Desarrollo de la Educación Infantil (Acdei), organización independiente que asesora gratuitamente a los padres, que presentó un informe sobre este problema ante el Comité de los Derechos del Niño de la ONU. Mesa denuncia que el turismo sexual no esté tipificado en la legislación cubana. «La prostitución no está ni legislada ni condenada socialmente, la población no es consciente de la magnitud del problema», concluye.
Cuba ha recibido este año más de 2,6 millones de visitantes, según cifras oficiales registradas hasta el pasado septiembre. España ocupa el sexto lugar en una lista que encabezan Canadá, Reino Unido, Alemania, Francia e Italia. Un informe confidencial de la Real Policía Montada Canadiense de 2011, divulgado en 2013 por los diarios «El Nuevo Herald» y «Toronto Star», indicaba que Cuba era «uno de los principales destinos en el continente para los depredadores sexuales canadienses». La cercanía del país y una tasa de sida más baja es un aliciente para este tipo de turismo que, por fortuna, no es el único que llega a la isla caribeña.