La visita del Papa Francisco a Cuba, el próximo 19 de septiembre, no apunta a ser muy diferente a las que realizaron sus antecesores Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Más allá del colorido de las liturgias y las exhortaciones a mantener la fe en un futuro supuestamente menos azaroso y que se construye bajo la batuta de la gerontocracia, es poco lo que se puede esperar.
Los ¿beneficios? estarán circunscritos a los asuntos del espíritu y al apartado de las esperanzas de que el presidente Raúl Castro y sus herederos le pondrán fin al estancamiento económico y a todos los desbarajustes sociales que han echado raíces desde el Cabo de San Antonio hasta la Punta de Maisí.
No hay motivo alguno para frotarse las manos con otro periplo a expensas de convertirse en un nuevo triunfo para la clase gobernante que prefiere cantar La Internacional junto a un busto de Lenin o Carlos Marx que leer el Salmo 23 frente al Cristo crucificado.
Entre la exigua cosecha de gestos que contribuirían a la articulación de un ambiente de tolerancia y piedad, pienso en la leve apertura de algunas cárceles para que varias decenas de presos políticos retornen a sus hogares por el tiempo que determinen sus carceleros.
Se sabe que tras la despedida del Papa, vuelven a posesionarse de la nación los demonios de la arbitrariedad y el uso indiscriminado de la fuerza contra los ciudadanos que, pese a los riesgos, no pierden la costumbre de exigir la legitimación de los derechos fundamentales.
Así que los indultos podrían constituir un breve paréntesis en el calvario de cualquier activista pro democracia.
Tampoco es posible saber si los anfitriones del máximo representante del Vaticano, optarían por el cese de las palizas que se reparten cada domingo, con elevado fervor patriótico, nada y nada menos que en las inmediaciones de la iglesia católica Santa Rita de Cacia, y cuyo objetivo principal son las Damas de Blanco que continúan exigiéndole al gobierno la legalización de las libertades consignadas en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Los antecedentes indican que no habrá paños tibios. En el 2012, durante la visita de Benedicto XVI, hubo un apagón telefónico que afectó a cientos de opositores y activistas de la sociedad civil independiente en toda la Isla. También se registraron detenciones y golpizas en la vía pública.
Entre los julepes de mayor connotación, todavía se recuerda el que tuvo lugar durante la misa ofrecida por el visitante en la ciudad de Santiago de Cuba.
Un cartel antigubernamental enarbolado por un opositor en medio de los oficios religiosos desató la furia de los agentes y colaboradores de la policía política.
En la tunda que le propinaron es imposible olvidar la participación de un trabajador de los servicios médicos que convirtió la camilla en un garrote.
A pocos días de que el Papa Francisco aterrice en la mayor de las Antillas, hay madres que redoblan sus ilusiones de que él pueda mitigar su tristeza. Una de ellas, es María Victoria Machado. Su hijo, el grafitero Danilo Maldonado (el sexto), está recluido en la prisión de Valle Grande, desde diciembre y hace varias semanas que se declaró en huelga de hambre.
Quiso hacer un performance contestatario en un parque habanero y lo detuvieron antes que pudiera hacerlo.
Aun no le han hecho juicio. ¿Abogará el Santo Padre por su excarcelación?