Martes , 27 Junio 2017

No son tiempos de jugar a la pelota

En Cuba a diario se multiplican las historias de niños que deben sacrificar sus juegos infantiles y sus fantasias ante la cruda realidad que los acosa. “No son tiempos de jugar a la pelota”, dice Yasmany, un niño de 11 años que pesca sentado en el malecón habanero, “necesito un par de zapatos para ir a la escuela y mis padres no me los pueden comprar pues con lo que ganan apenas alcanza para comer. Vengo casi todos los dias y cuando cojo un pescao bueno lo vendo. Cuando cojo pulpos los vendo en un paladar, que me lo pagan a dolar.”

Una cuadra más adelante dos pequeños conversan con unos turistas que, al marcharse, les obsequian dinero. Asiel y Manolito, con solo 8 añitos, le sirven de guía a los turistas y le brindan sus servicios para llevarlos a los mejores paladares y rentas de la zona (donde el dueño les pagará una comisión). Cuando les pregunto si no tienen miedo de la policía expresan: “Hay algunos que se ponen pesaos, les damos algo y nos dejan tranquilos o nos mandamos a correr y nos dejan pues todos -hasta ellos- estamos en la lucha.”

En este recorrido conoci a Yuliesqui. Un niño ciego que toca la trompeta de manera exepcional; a su lado coloca una cajita para quien quiera ayudarlo… En una de sus pausas lo abordé, interesándome por su edad y si había estudiado para tocar el instrumento. Sin reparos me contestó: “Tengo 12 años y soy huérfano de madre, vivo con mi abuela pues mi mamá murió cuando nací, nunca supe quien es mi padre. La música dice mi abuela que es un don de Dios y la verdad que con solo escuchar puedo tocar el piano, la guitarra, pero me gusta más la trompeta, aquí hay muy pocas oportunidades para los niños normales. ¿Qué puedo esperar yo que soy ciego y nací en una familia pobre?”, acotó con semblante de tristeza, para agregar rápidamente: “No lo hago por dinero, pero siempre me echan algo en la caja y con eso ayudo a la abuela”, y se llevó la trompeta a los labios como despedida pues su público lo aclamaba impaciente.

Centenares de niños de un extremo a otro de la isla apuestan todos los días por un espacio en la frontera de la necesidad. No son tiempos de juegos y fantasías para los niños cubanos, a pesar de no existir nada más importante en el Mundo que un niño.


 

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