Martes , 27 Junio 2017

La Herencia

Conocí a Juan Tamayo Rodríguez en Moa, Oriente, en el ya lejano 1977. Pertenecíamos al Movimiento de Microbrigadas, un engendro del castrismo para paliar el decrecimiento constructivo que sobrevino a la instauración del llamado socialismo cubano.

Tamayo, como le decíamos todos, era un tipo regordete, risueño y sociable.
Defendía con denuedo y resolución al régimen castrista, convencido de que era la mejor opción para el pueblo cubano. Su mayor anhelo era dejarle a las futuras generaciones de cubanos el sistema impuesto desde 1959 como intangible herencia imperecedera, y a sus hijos, Jorge y Vivian, un apartamento en Alamar en herencia material.
El apartamento está ahí, donde viven su viuda, hijos y nietos, presentando evidentes muestras de deterioro, pero “la revolución” se desmoñinga de manera inexorable.
El desmerengamiento revolucionario se hace ostensible en casi todas las aristas de la sociedad cubana. Una escandalosa estampida, en el borde mismo de “la peste el último”. Una corrupción rampante, que amenaza liquidar los últimos vestigios de honradez administrativa que pudiera quedar en algún que otro funcionario. Un irreverente desparpajo en la administración del aparato judicial, y un largo etcétera imposible de enumerar.

El tema que motiva este texto tiene que ver con el hijo de Tamayo, Jorge, quien fue concebido a raíz del descalabro de la Zafra de los Diez Millones, megalomaniaco, disparate del Máximo Líder donde había comprometido no solo todos los recursos de la nación, sino hasta la máxima capacidad de sacrificio de los “revolucionarios”.

Jorge Tamayo Guerra tiene la mala suerte de vivir en la planta baja del edificio, circunstancia que le acarrea disgustos con los vecinos de los altos por las permanentes indisciplinas de éstos, quienes arrojan basuras, colillas y hasta orines en las aéreas comunes.

Entre los vecinos de los altos se encuentran la señora Yarisbey Duran Alard y su hija de catorce años Solangel López Duran, con quien Jorge ha tenido moderadas discusiones por estas causas, según él cuenta.

Luego de una de estas discusiones, la menor le cuenta a su mamá que Jorge le había preguntado “cuánto dinero tenía que pagarle para tener su cuerpo”; la supuesta proposición deshonesta es contada por Solangel a su mamá el 14 de febrero de 2015, veintitrés días después de ocurrida. Acto seguido, la señora Yarisbey Duran formula una denuncia contra Jorge Tamayo por un presunto delito de corrupción de menores, iniciando la policía el expediente de fase preparatoria 08-218/2015, incoado a instancias de parte.

Celebrado el correspondiente juicio por esta causa, y según consta en la SENTENCIA NUMERO CIENTO OCHENTA Y SIETE DEL DOS MIL QUINCE, de la SECCION PENAL del TRIBUNAL MUNICIPAL POPULAR HABANA DEL ESTE, “el acusado Jorge Tamayo Guerra -de 44 años de edad- mantiene una conducta acorde a las normas de convivencia social, se relaciona de forma respetuosa con los vecinos de su lugar de residencia, se encuentra vinculado laboralmente y hasta la fecha no le constan antecedentes penales”.

En la referida sentencia, el tribunal popular, integrado por los jueces Yarinaisa Companioni Montero, Dulce María Falco García y David Cabrera Chirino, actuando como fiscal Sarah Suárez Roberto, considera “probados los hechos antes relatados, formando convicción de las pruebas practicadas en el acto del juicio oral, después de valorar en primer lugar la valiosa declaración de la “testigo” Yarisbey Durán Alard, quien es la madre de la niña “víctima”, en virtud de lo cual la Sala consideró eficaces y categóricos estos materiales probatorios”, agregando que “el tribunal le resta credibilidad al dicho del acusado, quien no reconoció su participación en el ilícito penal que se le viene imputando”.

Dentro de las incongruencias de este proceso, me salta a la vista que en el segundo considerando, la sentencia admite que entre el acusado y la denunciante hubo “una incidencia anterior”, desestimada por el honorable tribunal; que la menor convive en “una familia disfuncional”; que “no ha variado la conducta con sus compañeros de aula y sus profesores, así como sus resultados académicos”; que “el acusado, con su perverso comportamiento de forma oportunista; … acorde a los parámetros establecidos en nuestra sociedad socialista”.

Según me narra Jorge, un incidente igual al suyo ocurrió anteriormente con otro vecino del edificio, proceso que no prosperó por ser el presunto comisor menor de edad.

Quizás esta no sea la herencia que quiso legarnos Juan Tamayo Rodríguez, un régimen totalitario que sanciona a ciudadanos por “convicción” de los jueces, mientras deja impunes a gobernantes que ordenan hundir embarcaciones cargadas de niños inocentes, derribar avionetas inermes en aguas internacionales y fusilar jóvenes negros limpios de sangre.

Una herencia así, “no la queremos, no la necesitamos”


 

Scroll To Top