Martes , 27 Junio 2017

Mezquindad, intolerancia y oportunismo

La incivilidad de la autotitulada sociedad civil cubana quedó ampliamente demostrada en Panamá

Sobran las evidencias de que el diálogo y la tolerancia continúan fuera de una proyección que insiste en validar la unanimidad en torno al orden establecido por el partido único.

Basta repasar lo acontecido en el Foro Paralelo previo a la Cumbre de las Américas para convencerse de la incapacidad de quienes representan los intereses del gobierno de la Isla, tras la fachada de una falsa autonomía, en sentarse a discutir con coterráneos adscritos a otras agendas sin nada que ver con condicionamientos a priori ni vergonzosos tutelajes.

El diseño fue el mismo: amenazas y descalificaciones contra los que llevaron en sus equipajes las herramientas para demoler el triunfalismo y sus respectivas ornamentaciones que los gerentes del poder absoluto llevan en sus periplos dentro y fuera del país.

Dicho en otras palabras la sociedad civil independiente le convirtió el sueño de crear un ambiente favorable en una pesadilla.

Creyeron que podrían inclinar la balanza a su favor con sus casi 200 representantes, agentes de la policía política incluidos, pero salieron trasquilados.

El mundo vio una copia fiel del fanatismo que intentan camuflar con gestos de solidaridad hacia los pobres de la periferia tercermundista y políticas de beneficio social en lo interno que con el tiempo se han convertido en una caricatura, debido a la indolencia de los burócratas, la improvisación y el afán de centrarse más en la imagen a vender al exterior que en el uso eficiente de los recursos.

Entre los defensores del régimen de La Habana, vale destacar las intervenciones del otrora historiador de La Habana, Eusebio Leal y el ex ministro de Cultura, Abel Prieto, ahora asesor del general-presidente.

Ambos intelectuales volvieron a definir un patrón nacional que tiene como estandarte la mezquindad y el oportunismo.

Muy pocos en el sector se salvan de categorizaciones adversas avaladas por su colaboración abierta o solapada, los silencios y la cuidadosa selección temática de sus obras para no molestar a  los comisarios.

En Panamá el castrismo refrendó sus votos por la intransigencia. No hay reconciliación que valga.

Quienes se oponen deben continuar recibiendo denuestos, empellones, arrestos y si es necesario, una temporada tras las rejas.

La idea de un tránsito a la moderación es utópica. El lenguaje del poder frente a sus adversarios ideológicos establece claramente las pautas del atrincheramiento.

A todas luces Raúl Castro va a cumplir con su palabra de no transigir con los “mercenarios”.

Una palabra que descontextualizan a sus antojos para justificar los atropellos.

Por cierto, ¿quién les pagó el viaje y la estancia a la nutrida delegación oficial que iba a imponer sus criterios en el Foro?

¿Un extraterrestre?

¿De qué independencia hablan los ilustres emisarios de la dictadura?, ¿Hasta cuándo hay que soportar esos insultos a la inteligencia?


 

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