Seguramente, la líder de las Damas de Blanco, Berta Soler no le hizo mucho caso a lo que le dijo hace poco más de una semana, el nuevo oficial que le asignaron para reprimirla.
Según la advertencia, la oposición tiene los días contados, al igual que las marchas dominicales que la agrupación femenina, surgida en el 2003 a raíz del arresto y encarcelamiento de 75 opositores y activistas de la sociedad civil independiente, realiza en las inmediaciones de la iglesia de Santa Rita.
No sé cual habrá sido la réplica de Berta, pero quien la conozca no podría pensar en el silencio o los titubeos.
El mensaje del represor indica una posible escalada en los métodos por reducir las acciones contestatarias, que con el tiempo se han tornado más temerarias y cuantitativamente superiores.
¿Redoblarán la violencia verbal y física en los actos de repudio?, ¿Aumentará el número de encarcelados por motivos políticos?
El ultimátum invita a esperar respuestas que desborden sus atributos semánticos.
La élite de poder y sus verdugos vienen dando muestras de su apego al uso de la fuerza en todas las variantes posibles sin que les importen las críticas de la comunidad internacional, cada vez más aisladas y esquivas, salvo contadas excepciones.
Nadie en su sano juicio y con un mínimo de decencia se atrevería a cuestionar que las legitimaciones recibidas de las democracias más respetables del planeta y del Vaticano, no han servido para moderar la hostilidad del gobierno de la Isla hacia la economía de mercado, el pluralismo político y los derechos fundamentales.
Con el acercamiento sin condiciones se han disparado las cifras de detenciones temporales, agresiones en la vía pública y otros procederes que subrayan las apuestas del gobierno por el atrincheramiento.
Así que la esencia de las amenazadoras expresiones que Berta debe haber objetado tajantemente, superan con creces los límites de la retórica.
Hay que interpretarlas como el preámbulo de un futuro en el que la democracia seguirá siendo una mera ilusión.
La imagen de los tanques patrullando las calles no puede faltar entre los desenlaces de un proceso de reformas, limitadas a algunas áreas de la economía y que excluye el cese o la disminución de acciones comprendidas en los manuales del terrorismo de Estado.
Acabar con las Damas de Blanco y las agrupaciones opositoras es un propósito largamente acariciado por la nomenclatura y su policía política.
Eso lo sabe Berta, las mujeres que la acompañan en cada acto de desobediencia civil y todos los cubanos que persisten en no doblegarse ante la ira de sus verdugos.
Pese a las desventajas y los peligros no hay capitulaciones que valgan. Los hechos hablan por sí solos.