La noticia de que el Instituto Checo de Estudios Latinoamericanos CASLA, ayudará a los disidentes de Cuba y Nicaragua a presentar denuncias ante organismos internacionales de protección de los derechos humanos, llega en un momento crítico para los activistas que dentro de la Isla traspasan el umbral, siempre difuso, de la tolerancia del gobierno.
Es otra iniciativa que se recibe con júbilo y esperanza entre el bullicio de los desmadres que los verdugos de las brigadas de respuesta rápida llevan a cabo en cualquier sitio público donde un grupo de ciudadanos se atreve a pedir la libertad de los presos políticos, elecciones libres y algún espacio para ejercitar el resto de las libertades fundamentales.
Los pesimistas ya tienen listos los signos de interrogación y una mueca como embalaje para las dudas, pero las cosas no deben verse con ese prisma a pesar de los disimulos y la insensibilidad de gran parte de la comunidad internacional frente al recrudecimiento de la represión dentro de la Isla.
Hay que insistir en la denuncia y la búsqueda de aliados para ponerle freno a las tundas que reparten con vocación zoológica las fuerzas de choque del partido único.
La abogada venezolana Tamara Sujú, que lidera el proyecto desde Praga, conoce a fondo la tragedia que se inició bajo la batuta de Fidel Castro y sus compinches hace ya más de medio siglo.
Tiene que ser así porque viene de una nación con evidentes pretensiones de ubicarse en el pináculo del totalitarismo.
Para nadie es un secreto que en la ascensión, el presidente Nicolás Maduro lleva en su mochila el manual de sus padrinos de La Habana y un radio de onda corta para escuchar los consejos de última hora que le trasmiten en clave y sin interferencias.
Allí se cocina, y ya no tan a fuego lento, el mismo guiso que han tenido que tragarse cuatro generaciones de cubanos a pulso y sin agua.
La jurista que goza de protección internacional en la República centroeuropea, ha declarado a la agencia EFE que quiere convertirse en la voz de los que no tienen voz en América Latina.
Ya ha abogado por varias personas de su país ante organismos internacionales lo que indica su compromiso y experiencia en un tema tan importante para el saneamiento de las sociedades que sufren los desmanes de gobiernos corruptos con empaques dictatoriales.
Su labor no hay que verla como la varita mágica que traerá las soluciones a la impunidad y el uso indiscriminado de la violencia por parte de la policía política cubana y sus acólitos, sin embargo es algo a ver como otro paso en el largo camino hacia la democracia.
A falta de titulares en la prensa y desvelos de personalidades políticas de renombre, Tamara Sujú ha decidido desplegar sus reflectores y micrófonos de alta fidelidad para que después nadie, allende los mares, justifique su desinterés por lo que viene sucediendo desde la llegada del socialismo real, con la insólita pregunta: ¿y eso pasaba en Cuba?
[En la imagen: Tamara Sujú]