Me cuenta un amigo, que pasó mucho de su tiempo por la tierra de los zares, que Gorki quiere decir en aquella lengua “amargo”; hay correspondencia entre el nombre y la geografía y hasta me resulta coherente que existiera un Máximo Amargo que brillara por aquellas latitudes. Pero no voy a hablar de bolcheviques o cosacos, esta historia va de otra cosa; esta es de rock y de silencio.
Es de un Gorki tropical y nada amargo, o tal vez demasiado para algunos, que no entienden que es imposible hacer silencio en el caribe y ser amargo en Cuba. Aunque no se pueda hacer azúcar allí, por aquello del imperialismo, el bloqueo, los C.I.Aclones tropicales y otras excusas inverosímiles.
En esa isla de los asombros han arrestado, otra vez, siempre con la promesa adelantada de que puede -por sus irreverentes interpretaciones- recibir algunos años de cárcel, a Gorki Águila Carrasco, director de una banda (de rock, que quede claro, pero a aquellos les da lo mismo). Él lo sabe, como sabe que esta vez tampoco se hablará en la pantomima de juicio del motivo real, de sus temas irreverentes y del desafío.
Ya Gorki ha pasado por ese amargo estadio en otras ocasiones. Las pruebas siempre fueron más que suficientes para encerrarlo, dos años con seis meses la vez que le ocuparon dos pesos y dos píldoras de parkisonil, equivalentes en Cuba a dos años o a cuantos “ellos” quieran.
Es que vamos jodidos en eso de los precios y la protección al consumidor (de drogas y otras cosas); aunque no parece haber sido por los miligramos de las tabletas (que son sus pesos, de las píldoras, digo) ni por los pesos; y entonces por qué se preguntarían algunos.
Pues porque sí, porque como él mismo dijera: “si te metes con ellos ya te jodiste”, y él ya iba jodido, por eso no oyeron cuando les contó de su epilepsia y que el parkisonil era su medicación.
Y es que si Gorki cantara para la milicia, en la tribuna antimperialista, podría fumar lo que quisiera y espolvorear su nariz sin más asunto; pero él no quiso, él no quiere querer lo que no quiere. Él quiere su banda (de rock) y cantar, aunque Jesús le quiera condenar y lo amenace, porque su Jesús en Cuba es un opaco funcionario del Poder popular, el delegado de su circunscripción.
Lo quieren condenar por peligrosidad predelictiva, tenencia ilegal de armas y de anfetaminas o narcotráfico, o lo que sea, el asunto es ponerle cerrojo a su garganta. Gorki, al juzgado, sin remedio, dirán: Es que sus textos provocadores, insultan la figura del coma-andante y que su banda suena muy mal, que es un drogadicto, dirán, y otros calificativos de los que abundan en su extenso inventario de disparates.
Otros, en silencio, fingirán no enterarse. Gorki podrá ser el mejor o el peor de los músicos, no lo sé, solo sé que canta lo que lo quiere, en un país en que hay que cantar al dictado. Esto le hace diferente y diferencia es sinónimo de coraje, en Cuba. Va por ti.
Esto fue escrito en agosto del 2008 cuando arrestaron a Gorki por tener en uno sus bolsillos dos píldoras de Parkisonil y estuvo arrestado hast; en esta ocasión son píldoras de Tradea en aquella ocasión .
(En la fotografía, el autor junto a Gotki Ávila; Madrid, agosto de 2013)