La candonga de la calle 2da de La Cuevita, barrio del municipio San Miguel del Padrón, por muchos años fue famosa por vender barato todo tipo de productos industriales, y artesanales de primera mano: bisutería, ropas, productos de aseo o limpieza, zapatos, juguetes, artículos electrodomésticos, etc.
Muchas personas de distintos lugares de La Habana y del país llegaban hasta allí para comprar algunos de los productos mencionados, muchas veces para revenderlos.
En los últimos meses se decía que era la tienda más grande que había en Cuba.
Extranjeros del Perú, Ecuador, Colombia, Estados Unidos, Rusia, entre otros países, traían ropas de baja calidad y alquilaban en casas de los alrededores para contactar con los vendedores y venderles la ropa a bajo precio y por cantidades.
Empleados de diferentes tiendas recaudadoras de divisas llegaban al lugar y compraban ropas y otros artículos para venderlos en las tiendas a un 10 % por encima de su precio.
En fin, en ese lugar se llegó a mover mucho dinero. La mayoría fue recaudada por el gobierno. También cogían dinero los agentes del orden público, inspectores, oficiales del DTI y otros aprovechadores.
El 1ro de enero fue cerrado el lugar. Una parte de los vendedores fue reubicada en un parqueo que fue remodelado para la ubicación de los cuentapropistas. Ahora lo llaman El Boulevard
Los cuentapropistas tienen que pagar diariamente 16 pesos por el alquiler del espacio que ocupa la mesa y vender bajo el sol, sin condiciones para protegerse de la lluvia. Si van a guardar la mercancía en el almacén, tienen que pagar 10 pesos.
A partir del 20 de enero, tendrán que justificar con vales de venta los productos que tienen en existencia.
Son extremadamente vigilados por los inspectores y la policía, pero muchos vendedores comentan que “se relajarán cuando baje la marea, porque todos buscan como llenarse los bolsillos”.
A las ropas confeccionadas industrialmente que son traídas del extranjero, como está prohibida su venta, los cuentapropistas les quitan las etiquetas y las ponen en percheros como si fueran hechas artesanales.
Otros productos son escondidos y vendidos a personas conocidas, y sus clientes fijos.
A menudo, algunos son chivateados por otros cuentapropistas, les quitan las licencias y le imponen multas extremadamente excesivas.