El liderazgo del partido comunista cubano ha vuelto a refrendar sus posicionamientos en contra de la competencia con otras organizaciones políticas sin nada ver con el marxismo-leninismo ni con doctrinas afines.
La organización que rige los destinos del país desde comienzos de la década del 60 del pasado siglo, quiere mantener a toda la costa la unanimidad en torno a sus postulados.
En las páginas del diario Granma, están las pruebas de las reticencias a abandonar la hegemonía absoluta alcanzada por medio de una combinación de populismo, represión en todas las variantes posibles y control mediático a ultranza.
El diario de mayor tirada a nivel nacional, en su edición del 6 de abril y en primera plana, reflejó de manera explícita los ecos de la continuidad del modelo, cuyos principales líderes no dejan de denostar la pluralidad política y el pleno disfrute de las libertades fundamentales.
En este caso la redacción del órgano de prensa se valió de fragmentos de un discurso de Fidel Castro pronunciado en la clausura de la Asamblea Provincial del Partido de La Habana, el 23 de noviembre de 1996, donde rechaza de plano la posibilidad de que bajo su liderazgo tenga cabida la pluralidad de partidos políticos.
Una de las lecturas de esta reproducción informativa es que la ausencia del comandante en Jefe de la escena pública no es óbice para que su ideario siga gravitando sobre los destinos de la nación.
La otra es que el unipartidismo no tiene los días contados en Cuba.
Para cerciorarse de que es así, basta repasar un par de opiniones sobre el tema vertidas por el hombre que gobernó el país por más de cuatro décadas y que se acogió al retiro por el mandato de la biología.
“A los que nos piden que nos fragmentemos en mil pedazos, les decimos: ¡No!”.
“A los que nos piden que tengamos 25 partidos, les decimos: ¡No!”.
Con las dos sentencias, que en voz de Fidel Castro son leyes irrevocables, a pesar del tiempo transcurrido y no ocupar ningún cargo en el gobierno, quedan establecidas las pautas de la continuidad del sistema actual.
Los reajustes, con visos de apertura, que se llevan a cabo, “sin prisa, pero sin pausa” son meras adaptaciones a las circunstancias históricas y geopolíticas.
Los cambios siguen y muy probablemente seguirán limitados a ciertas parcelas de la economía.
En lo que respecta a la política, las palabras de Fidel subrayan la nulidad, a corto plazo, de cualquier aspiración democrática.
Debe quedar claro que Raúl Castro no es un renovador de las viejas ideas de su hermano. Él es también un paladín de esas tesis anacrónicas y arbitrarias que nos mantienen al borde del caos.
Pedir elecciones libres a voz en cuello o mediante una pancarta, lo mismo en un callejón de la Habana Vieja que en una espaciosa avenida de Miramar es jugar con fuego.
Los miembros del partido único no quieren sombras. Se acostumbraron a los beneficios de la soledad en el poder.
Dan por sentado que van a defender sus prerrogativas a como dé lugar. El Granma lo corrobora de forma inequívoca.