JUEVES
Anastasio Somoza García
Junto a la herencia de muerte, pobreza y atropellos, algunos dictadores dejan, en ciertos sectores de la población, una rara curiosidad, una fascinación emparentada con el poder y unas fidelidades mínimas pero casi religiosas. Todo lo que se escriba o se publique sobre esos personajes tiene su público porque, en sus momentos, fueron (son o quieren ser como en Cuba y Corea del Norte) diosecillos que andan de paso por la tierra.
Debe de ser por eso que hay todavía flores y velas encendidas en el sitio donde mataron a Trujillo en República Dominicana cuando regresaba a casa en su Chevrolet 57 después de una aventura amorosa con una joven. Y tiene que ser ese el mismo el motivo que mucho más que las fincas y casas que tenía Fulgencio Batista y los millones de dólares que se llevó en un avión en enero de 1959, las viejas generaciones de cubanos recuerdan que empezó su vida laboral como taquígrafo en el ejercito y tenía en su habitación privada 100 trajes de dril, un tibor y un teléfono de oro.
Con el paso del tiempo, tiene más interés la pasión de José Stalin por las películas de vaqueros, su falta de amor por sus hijos y la extraña relación que sostenía con la campesina rusa que lo halló muerto, que todos sus discursos y el cuerpo de ideas que usó para acabar con la libertad y el progreso de su país.
Hay otros tan crueles y brutales, pero menos folclóricos, más atildados y clásicos en sus funciones y, para ellos, el olvido y el odio suele ser más vasto y envolvente
El poeta, historiador y periodista nicaragüense Jorge Eduardo Arellano (Granada, 1946) ha publicado ahora en su país un libro sobre Anastasio Somoza García que se libra de la seducción de la anécdota y es un estudio coherente de la vida de ese dictador y del reflejo de sus años de gobierno
La obra se titula Tacho Somoza y el poder (1933-1956) y es un análisis histórico de una época que se presenta como una pieza sin contenido laudatorio ni ofensas viscerales sino como “la visión ecuánime de un poder impactante a lo largo de 23 años que aún permanece fuera del cubo de cenizas del pasado”.Gracias a la impronta autocrática de sus habilidades políticas y de su insaciable búsqueda de riqueza personal, expresa la nota de presentación, Somoza García estableció las bases del estado moderno de Nicaragua.
Arellano ha incluido unas notas complementarias que muestran este perfil del viejo Somoza: “Era vulgar, cínico, con grueso sentido del humor, poco amigo de los intelectuales, abierto a la colaboración de jóvenes técnicos, cruel hasta la vesania con sus enemigos y leal hasta la munificencia con sus amigos”.
El libro sobre el dictador le ofrece a los lectores nuevas contraseñas para comprender la historia de Nicaragua. Y tiene la marca profesional del historiador y la sensibilidad del poeta Jorge Eduardo Arellano, un especialista en la vida de ese país que escribe con el mismo dominio y ardor sobre artes plásticas, teatro, béisbol o Rubén Darío.
VIERNES
Teresa y una manzana roja.
Hay una Teresa Porzecanski (Uruguay, 1945) socióloga, investigadora, ensayista, experta en hermenéutica, maestra y autora de una importante obra narrativa de ficción, que apenas deja ver, allá lejos, a una señora que sufre y se enamora, padece las distancias y los olvidos y descubre de buenas a primera la emoción de la poesía.
Esta otra mujer que escribe versos, también lúcida y preparada, se diferencia de la intelectual pura y profunda que ha alcanzado un renombre en América Latina, en que permite que sus poemas los escriba, con la pureza de siempre y sin revestimientos, la muchacha sensible que la acompaña mucho antes de comprender las vecindades entre los paraísos y los campos de batalla.
Lo cierto es que Teresa Porzecanski brilla en aquella región por sus ensayos, sus artículos científicos y por su trabajo como narradora donde aparecen títulos muy populares entre los lectores y asentados ya en la historia de la literatura de su país. Aquí están algunos: Acertijos, Historias para mi abuela, Esta manzana roja, Invención de los soles, Ciudad impune, Perfume de Cartago, Felicidades fugaces, Mesías de Montevideo, La respiración es una tregua, La piel del alma, Palabra líquida y Su pequeña eternidad.
Para escribir las decenas de libros que ha publicado y para enfrentar las páginas en blanco que le quedan por rellenar tiene estas dos premisas claras y directas: actuar de manera ética y usar con honestidad los deberes y los derechos par apoyar a los débiles en todo sentido. Y escribir bien.
Estos versos pertenecen a Intacto el corazón, a su único libro de poesía: “Parecido a vos, te digo, parecido/ sin tu cerebro atónito, tus metas escolásticas,/ sin tus preocupaciones por redimir el mundo:/ era ignorante, inoperante, absurdo,/ el hombre que amé a trasluz de las imágenes,/ fue parecido a vos y solo, parecido”.
Tomado de elmundo.es