Algunos analistas de indiscutible crédito, estiman que la fuga masiva de cubanos hacia Estados Unidos a través del cruce de las fronteras de varios países de centro y Sudamérica, no es tan espontánea como parece.
Los motivos que alegan tienen que ver con la inducción por medio de las restricciones legales para un mejoramiento del nivel de vida. Posturas que tienden a mantener su hegemonía, al menos hasta el ¿retiro? de Raúl Castro en el 2018.
Existe un consenso entre todos los sectores de la población cuando se valora el empeoramiento de los indicadores económicos, su impacto social y la falta de fe en que puedan remontarse las fronteras de la crisis a instancias de una archipublicitada actualización del sistema que solo ha servido para encubrir, de forma chapucera, los muros de las limitaciones y los atrincheramientos.
A la tesis que barajan los estudiosos del tema cubano le sobran asideros. No sería la primera vez que la nomenclatura se vale del éxodo como válvula de escape al ambiente creado por la acumulación de torpezas, caprichos y obsesiones y también como una manera de reforzar las vías de financiamiento al proyecto político que dentro de unas semanas cumplirá 56 años.
El producto interno bruto nacional sin las remesas familiares, especialmente desde Estados Unidos, sería un chiste.
Ahora bien, dentro del paquete de motivos que estimulan las evasiones, proclives a aumentar en los meses venideros, pese a las trabas migratorias de los países afectados, habría que incluir el convencimiento sobre una hipotética derogación de la Ley de Ajuste Cubano.
Eso lo piensan muchos de los nacionales que se arriesgan a una travesía por selvas, macizos montañosos y ríos crecidos con tal de materializar los anhelos de asentarse en algún sitio de la geografía estadounidense, ante la suposición de que terminen los privilegios de obtener, entre otras cosas, la residencia permanente al año y un día.
¿Cuántas personas habrán perdido la vida en el intento? .Ese detalle le importa un bledo a los posibles artífices de una crisis que se repite.
La actual estampida es la primera del siglo XXI, pero de la anterior centuria se recuerdan las ocurridas en 1965, 1980 y 1994, sin que se tenga una cifra exacta de los muertos y desaparecidos.
A raíz del jaleo protagonizado por los más de 1000 cubanos con tal de evitar la repatriación, la élite verde olivo ha vuelto asumir las consabidas poses de víctima.
Culpa a Estados Unidos de la crisis y deja abiertas las puertas para que el éxodo prosiga.
Eso tiene un nombre: chantaje.