MADRID.- En varias ocasiones desde el Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH) hemos alertado sobre el aumento del número de cubanos que se lanzan al mar o se aventuran por selvas y territorios extranjeros con el objetivo de llegar a Estados Unidos. Travesías peligrosas, en donde nuestros conciudadanos han recibido la solidaridad de muchas y buenas personas, pero donde también, la mayoría de las veces, han sufrido robos, estafas, violaciones, maltratos, golpes y otras vejaciones.
En estos días estamos comprobando que lo que comenzó como un goteo tolerado se está convirtiendo en una situación de crisis, que además representa un importante reto humanitario para otros países, especialmente para los centroamericanos.
Históricamente ha existido la percepción de que la salida de cubanos de la Isla, ya sea gradual o en estampida, de unos cuantos o masiva, ha sido la válvula de escape para las tensiones sociales que genera una realidad de inequidad social y de ausencia de libertades y oportunidades. Esa ha sido siempre una especie de solución esquemática para el gobierno cubano (aprovechada por ciudadanos al extremo de la desesperación que buscan en otra realidad la prometida pero que nunca ha llegado en medio siglo y a la que ya hace mucho que no se le espera), pero siempre es una falsa solución, que si acaso sirve sólo de alivio, y al final agrava todos los problemas; por eso no podemos aceptar que la irresponsabilidad política del gobierno cubano sea colocada por este sobre los hombros de los demás.
Ante esta situación, el OCDH señala que el gobierno cubano no puede huir hacia adelante e intentar el juego del avestruz, sino que debe hacer frente a una situación que en todo caso es producto de su propio desempeño e incumbencia.
No es de recibo que el gobierno cubano, en lugar de realizar una verdadera reforma política, económica y social que despierte en los cubanos la ilusión y permita la realización de sus proyectos de vida en su propio país, haga recaer en terceros la gestión de esa falta de esperanza del cubano, que es la esencia de este problema migratorio.
Finalmente, el OCDH desaprueba siempre el empleo de vías migratorias que pongan en peligro la vida e integridad de cualquier ser humano y en este caso especial de nuestros conciudadanos, a la vez que exigimos que la dignidad y los derechos de aquellos que han escogido estas vías sean respetados, máxime cuando transitan por países que reclaman constantemente para sus ciudadanos un trato respetuoso en otros países.