“Con todos y para el bien de todos”, reza una frase del más universal de los cubanos, pero desgraciadamente a este pensamiento tan inclusivo, sublime y vigente, a pesar de los años, no se le da la debida importancia, o peor aún, se le tergiversa a favor de una ideología que, como es el caso del comunismo, no solo en Cuba sino donde quiera que se ha concretado como forma de gobierno, ha demostrado ser ineficaz, falible, discriminatorio y violador de los preceptos más elementales de la sociedad.
En más de 50 años se ha parafraseado a nuestro Apóstol abusivamente, instituciones educativas y gubernamentales, discursos políticos exaltados han hecho de su obra un diagrama ininteligible y tergiversado, asumiendo que habló de esto o aquello, enmarcándolo en un contexto ajeno completamente a la realidad en que vivía y olvidando que más que decir o escribir, Martí sentía. Su sensibilidad lo convirtió en un luchador de vanguardia y su mejor arma fue la pluma. Contra lo primero que se rebeló fue contra los que quisieron silenciar su voz y prosa.
Era un disidente en su tiempo, hoy por sus escasos recursos y abnegación, sería un cubano de a pie. Por su labor periodística sin mordazas hoy sería perseguido, encarcelado, golpeado y difamado, igual que los cientos de hombres y mujeres que por decir sin miedo su opinión son acosados en nuestro propio suelo. José Martí, que amaba la justicia, el progreso, la libertad y sobre todo a Cuba, hoy sería un genuino opositor.
Cabe reflexionar la realidad que estamos viviendo, como una a una se desmoronan las falsas promesas del sistema que caduca como la generación que lo implantó. Y es la hora de poner en práctica, nosotros como sociedad, el ideario martiano con su verdadero sentir. No debemos cruzarnos de brazos ante los dinosaurios que apoyados en sus sicarios quieren silenciar la voz de todo un pueblo. Es nuestro deber luchar por que el poder vuelva a manos de los ciudadanos y que juntos, sin ideologías que laceren nuestra identidad como nación, podamos construir una nueva sociedad “donde la ley primera sea el culto a la dignidad plena del hombre”. Y con orgullo podamos reconstruir y crear una Cuba sin estigmas en cuanto a religión, ideología política, razas, orientación sexual, género, entre otros. Sera difícil, pasaran años y más de una generación, pero es ineludible.
El rescate de nuestros valores y la práctica del civismo entre cubanos, es la clave para alcanzar la Cuba que deseamos, de donde no emigren nuestros hijos, donde el hombre nuevo y honrado pueda alcanzar un estado de bienestar y sus metas con su esfuerzo sin considerarse esclavo moderno sin esperanzas de prosperar, en donde los gobernantes se deban al pueblo y le rindan cuentas de sus acciones como servidores públicos con la transparencia y el debido respeto, para que el ejercicio de poder llegue a las masas de forma democrática y concienzuda, donde la LIBERTAD, en su máxima y verdadera expresión, sea derecho de todos y no privilegio de algunos. Solo así viviremos en la sociedad que realmente añoramos “con todos y para el bien de todos”.