Lo expresado recientemente por el saliente secretario general de Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, refuerza la tesis de que en Cuba no habrá democracia, mientras Raúl Castro esté al frente del gobierno.
El exfuncionario del organismo regional, piensa que tal vez el régimen de La Habana sea miembro pleno de la OEA en el 2020. Es decir dos años después que el general-presidente abandone la silla presidencial. ¿Cumplirá su promesa?
Los vaticinios de Insulza dan fe del largo y tortuoso camino hacia la apertura política y el respeto al ejercicio de los derechos civiles dentro de la Isla.
Para la élite verdeolivo, la entidad que reúne a 35 democracias del continente americano, sigue siendo un instrumento viciado por los intereses de Estados Unidos y sus aliados del área.
En los últimos años no ha habido cambios notables en el tono de las descalificaciones contra el desempeño del organismo fundado en 1948 y del cual el gobierno de Cuba fue expulsado en 1962 por alinearse con el marxismo-leninismo.
Está visto y comprobado que a Raúl Castro le importan un comino los vítores y aplausos del retorno, sin dudas histórico, al seno de la organización de marras.
A fin de cuentas ya tiene en su haber el espaldarazo de la Cumbre de las Américas, celebrada este año en Panamá.
Para nadie es un secreto que tiene asegurado todo el tiempo disponible para “actualizar el socialismo”.
A fin de cuentas, los cuestionamientos de la comunidad internacional sobre las raciones de toletazos que ordena contra los activistas de la oposición y la sociedad civil independiente que sobrepasan la borrosa y cambiante línea de la tolerancia, son cada vez más escasos
En esas franjas del olvido también aparecen los presos políticos y de conciencia, resignados a colisionar con el terror en su estado más puro, en alguna de las prisiones donde, como dice una canción del cantautor Pablo Milanés, la vida no vale nada.
Si bien Insulza elude la exactitud, su enfoque ayuda a moderar las expectativas respecto a la descentralización del poder político y el pleno disfrute de los derechos fundamentales de aquí al 2020.
El general en jefe, si es cierto que se jubila dentro de 3 años, seguirá vigilante detrás del trono. Solo se lo impediría la demencia senil o cualquier otra de las enfermedades que se tornan letales en los cuerpos de los octogenarios.
Es posible que en las postrimerías del próximo quinquenio se apruebe constitucionalmente la legitimidad del disenso, sin descontar los anexos con las respectivas limitaciones, temporales o de largo aliento, por vaya usted a saber qué motivos.
Esperemos al 2020 con paciencia, mucha paciencia, la que se pueda acopiar entre los sobresaltos de una lucha, dicho en buen cubano, de león a mono y con el mono amarrado.