El joven prisionero Enmanuel Abreu Sánchez cumple 57 días en huelga de hambre. Las autoridades carcelarias lo han sometido a todo tipo de tratos inhumanos y degradantes con el propósito de quebrar su voluntad.
La Habana, 10 de julio.- El viernes 26 de junio, Meibol Sánchez Mujica, la madre de Enmanuel, visitó a su hijo en el hospital HNI de la prisión Combinado del Este, “y fue cuando supe, por su propio testimonio, que el sábado 20 de junio, vísperas del domingo, día de los padres –parece que como un regalo diabólico- lo trasladaron para la celda 47, También conocida como “El Pájaro negro o “El Corredor de la muerte”.
Según refiere Sánchez Mujica, cuando entró al salón, custodiado por un grupo de militares, ya su hijo se encontraba allí, sentado en una silla de ruedas, muy pequeña y deteriorada.
“Yo me di cuenta que estaba incómodo; adolorido, y muy abatido por todos los vejámenes que le han hecho sufrir”, continúa diciendo la desesperada madre, quien describe la experiencia como algo inconcebible para alguien que, como ella, siempre confió en la “justicia revolucionaria”.
Pero ahora está frente a su hijo, un joven deteriorado y envejecido que ha perdido más de 50 kilos de peso, y al que solo le queda la entereza de un espíritu que sus verdugos no pueden quebrantar.
Armada, con esa rabia sublime que sienten las madres en su alma cuando el dolor va en la carne de sus hijos, Meibol Sánchez Mujica continuó describiendo su encuentro con Enmanuel:
“Él estaba que no podía. Con la cabeza caída sobre el pecho….. no podía sostenerse, casi. Tenía los dedos engarrotados y no podía levantar las manos ni los pies. Entonces, yo le cogí las manos y se las estiré, como dándole fricción, porque yo sentía que tenía los tendones engarrotados. Y así estuve durante un rato, dándole calor, hasta que él reacciona un poco. También noté que tenía dificultad para respirar, y cuando trataba de hablar su voz era como un balbuceo apenas perceptible, y no podía casi hablar. Yo, traté de animarlo como pude, y le dije: Dale, suave; habla, vamos a ver; guapea, pero hay que luchar con esto”.
Enmanuel narró a su madre, en presencia de los militares que lo rodeaban, los abusos y vejaciones; los maltratos excesivos y humillantes a que lo han sometido los oficiales y guardias de la prisión Combinado del Este.
Sánchez Mujica relata que a su hijo “se la aguaron los ojos mientras hablaba; los ojos casi secos. Y con una lagrimita que apenas pudo llegar a correrle por la mejilla, porque no podía, habló, con la voz muy quebrada, tratando de levantar la cabeza, y me dijo: “Mami, me desnudaron delante de homosexuales……yo no tengo nada en contra de ellos, los respeto, pero yo pienso diferente-, delante de militares, y tú sabes cómo soy yo; tú sabes que esas cosas no me gustan. Me sacaron de la celda de castigo, esposado: mira, mami, las lesiones en las muñecas. Me trasladaron en un vagón de construcción, con un cartón debajo, y al llegar a la celda 47, donde para entrar hay que bajar 3 o 4 escalones, me sacaron del vagón, cargándome con el cartón, me pusieron en el piso y me bajaron por las escaleras arrastrándome, mientras mi cabeza iba dando bandazos cada vez que bajaba un escalón; después, me agarraron por las esposas y me lanzaron contra el suelo de la celda, golpeándome la cabeza contra la pared, mientras el Mayor, conocido con el apodo de “el chino”, acompañado con otro militar más, me dijo “con todo esto yo voy a ver si tú no vas a comer”.
Entre el lunes 29 de junio, por la tarde, o el martes 30, en la mañana, Enmanuel fue trasladado para la sala de penados del Hospital Nacional, ubicado en calle 100 y Alta Habana, donde se encuentra actualmente. Su madre, solo pudo visitarlo una vez durante 5 minutos para llevarle unas maquinitas de afeitar; desde entonces, no le han permitido volver a verlo.
Enmanuel continúa plantado en huelga de hambre exigiendo su liberación. Sus verdugos, en un ejercicio de abuso extremo, han expuesto –una vez más, ante el mundo- la naturaleza ruin y miserable de un sistema político marcado por el odio, la injusticia, la falta de escrúpulos y la cobardía absoluta.