Los mandarines de la Habana deben haber tomado nota de la nueva orden de clausura que el gobierno de Beijing decretó para aguarle la fiesta a los internautas.
Alrededor de 50 sitios web y cuentas de redes sociales fueron cerrados recientemente por presuntas irregulares, según anunció la Administración del Ciberespacio de China (ACC), en su sitio digital.
La medida explica el reforzamiento de los controles en aras de preservar el sistema de partido único y economía de mercado.
Es decir que el acceso a internet que han concedido los herederos y simpatizantes de Mao Zedong y Deng Xiaoping, no es ni va a ser como desearían los 632 millones de chinos que navegan regularmente en la red de redes.
Es lógico pensar que en la Isla ocurra algo similar cuando se amplíen las oportunidades de conectarse on line.
Por el momento el desafío es manejable. El índice de conectividad sigue siendo más bajo que en Haití y algunos países africanos.
No obstante esa particularidad, las prohibiciones están listas para ejecutarse si la situación lo amerita.
Bloquear por tiempo indefinido líneas de telefonía celular, desaparecer sitios políticamente incorrectos y husmear en las cuentas de correo electrónico, conforman parte de las acciones de un sistema político que Raúl Castro y sus compinches intentan actualizar con recetas importadas del gigante asiático.
Puede que aún los ciberpolicías locales no sean tan eficientes como sus pares del Lejano Oriente, pero es razonable que alcancen la excelencia para el momento en que exista la posibilidad de servirse del espacio virtual desde las casas, crezcan de manera exponencial los cibercafés, bajen los precios y aumente de manera considerable el ancho de banda, con sus efectos positivos en cuanto a velocidad y opciones de conexión.
No hay que hacerse muchas ilusiones con esto último. Cualquier desliz conllevaría a caer en desgracia.
Ya la agencia supervisora china anuncia la publicación de una lista negra con los nombre de los transgresores.
Por medio de esta nota se infiere que las multas, la pérdida del puesto laboral, los trabajos forzados, las palizas, el encarcelamiento o la pena de muerte no faltarán entre los castigos a recibir de acuerdo a la envergadura de la infracción.
En Cuba todavía no existen presos por cuestiones directamente relacionadas con el uso de internet.
Eso llegará, cuando se consolide el capitalismo de Estado sin democracia al que aspiran los más ortodoxos del Buró Político y el Comité Central del Partido.
Para la fecha, es probable que hasta se suspenda la moratoria que impide llevar a cabo las condenas por fusilamiento.
El comandante Ramiro Valdés, quien fungió durante un buen tiempo como el Lavrenti Beria cubano, ha calificado a internet como un arma letal.
Si está vivo para esa época, recibiría con beneplácito la aplicación, sin medias tintas, de los correctivos a quienes traspasen el umbral de la tolerancia.
El conoce a profundidad como disciplinar a los internautas que asociarán con virtuales planes de subversión, conspiraciones externas y otras culpas que existen en el vasto arsenal de la policía política.