En el récord de asesinatos consumados por los sicarios al servicio del castrismo, aparece aquel donde saltaron por los aires 37 personas, el 13 de julio de 1994, para después hundirse en el mar.
No fue una explosión la que suspendió los cuerpos en su trayecto hacia la muerte. La potencia de los cañones de agua y las embestidas de naves de mayor eslora fueron las causas del desenlace fatal.
Las víctimas iban sobre el remolcador 13 de marzo que se dirigía hacia los cayos de la Florida procedente de un puerto habanero. Hombres, mujeres y niños escapaban del socialismo sin mirar atrás.
Intentaban cubrir la ruta marítima más popular desde que llegaron “nuestros salvadores”, pero su suerte quedó atrapada entre el imponente muro de sal y agua.
A veinte años del crimen es imposible olvidar los pormenores de un hecho tan cruel y que fue montado, como otros, sobre los pilotes de la impunidad.
Es harto conocido que los ejecutores del plan recibieron el beneplácito de sus jefes. En vez de ser sancionados en correspondencia con sus responsabilidades, recibieron honores y palmadas en sus hombros.
Ni los niños que iban a bordo, 10 menores de 12 años, conmovieron a ningún jerarca. Entre celebraciones y silencios cómplices se selló un nuevo acto de barbarie.
Por ahora los homicidas tienen garantizada la tranquilidad. Sus protectores viven y eso les basta para sentirse seguros. Sin embargo las cosas podrían cambiar.
La repulsa de familiares y personas solidarias no se agota. Año tras año se recuerda la fecha, convertida en efeméride por la intensidad de los eventos afines.
Dentro de la Isla, más de 100 Damas de Blanco fueron detenidas este domingo en las inmediaciones de la Iglesia de Santa Rita, a causa de su repudio contra la matanza y la exigencia de justicia.
Integrantes de otras organizaciones opositoras y grupos de la sociedad civil, también desafiaron los operativos policiales a pesar de las consecuencias. Decenas terminaron en calabozos o abandonados en localidades inaccesibles.
Parte del exilio no se quedó con los brazos cruzados. Por medio de disímiles actividades dieron fe de su compromiso con la lucha por la reivindicación de los derechos humanos en la Isla.
A modo de ejemplo, valga citar a la flotilla Democracia que volvió a dejar su impronta en las aguas del Mar Caribe, al acercarse a las costas cubanas y lanzar fuegos artificiales en conmemoración al hundimiento de la nave y la muerte de sus tripulantes.
Entre los crímenes del castrismo, este es uno de los que será imposible pasar por alto. Algún día los culpables tendrán que rendir cuentas. Ninguna coartada será suficiente para que salgan indemnes. Los asesinos de esa calaña merecen la cárcel y el desprecio eterno.