Martes , 27 Junio 2017
Terror sin afeites

Terror sin afeites

El régimen encabezado por Raúl Castro no va a bajar la guardia. Se mantendrá a la ofensiva y con mano de hierro.

Les importa un bledo que venga el Papa Francisco o Jesucristo. Los opositores que se pasen de la raya tienen reservada su cuota de macanazos e improperios.

No hay medias tintas en la determinación de ponerle coto al activismo en las calles.

Este fin de semana corrió la sangre en las inmediaciones de la Iglesia de Santa Rita, donde las Damas de Blanco y un grupo de militantes contestatarios, después de culminar la misa, realizan actividades a favor de la libertad de los presos políticos.

Al director del proyecto independiente Estado de Sats, Antonio Rodiles le partieron la nariz. Decenas de asistentes, mujeres y hombres, fueron arrestados violentamente y liberados horas más tarde.

Con esta nueva página de terror, queda demostrada la voluntad del poder en mantener el uso de la fuerza, en todas sus modalidades, contra los cubanos que osen airear reivindicaciones políticas, sociales y económicas en la vía pública.

Lo peor de estos escenarios, que se repiten por toda Isla, es su limitada o nula repercusión en la prensa internacional.

Si a esto le unimos la atención marginal que reciben en los cinco continentes, sobre todo de parte de casi todos los gobiernos que representan a países democráticos, la situación se torna doblemente trágica.

Esas realidades explican la estandarización de la brutalidad de la policía política y sus colaboradores, entre los que no faltan delincuentes comunes y especialistas en artes marciales.

Definitivamente la realpolitk parece haberse impuesto en detrimento de los gestores de una resistencia que pese a los desamparos insiste en exigir la instauración de un Estado de Derecho.

Lograr esto último es imposible a corto plazo mediante una movilización popular. La élite militar muestra sus músculos a toda hora a sabiendas de que no habrá reproches altisonantes de ningún país ni de la ONU.

Sabe que cuentan con un margen adicional para hacer las respectivas actualizaciones que conducirán a un capitalismo de Estado, quizás timoneado por algunos de los que hoy aprueban las golpizas y las vejaciones.

Cambiar el curso de los acontecimientos no es fácil. De todas formas, ninguno de los que practican la desobediencia civil a lo largo y ancho del territorio nacional, ha pensado en izar bandera blanca.

No le preocupan las fracturas, los empujones, tampoco la comparecencia en un tribunal como paso previo a la cárcel.

Esas actitudes exceden los límites del coraje. Lástima que no tengan la recepción que merecen.

¿Habrá que aguardar por los linchamientos para que los medios de prensa y la comunidad internacional presten la debida atención?

Sin la furia de las tropas antimotines contra las multitudes, con sus cifras de lesionados y muertos, es difícil que el tema Cuba cale en la conciencia del mundo.

Solo con una masacre, escopetazos a diestra y siniestra en las calles, sangre, mucha sangre se acabaría la contemporización con la dictadura.

Eso son los códigos que generan interés en un planeta cada vez más convulso.

El régimen de la Isla ejerce, desde hace tiempo la barbarie, pero en pequeño formato. Sus verdugos matan por encargo y sin dejar huellas, al mejor estilo de la Cosa Nostra, golpean a mansalva y arrestan con violencia.

Los corresponsales de la prensa extranjera informan de asuntos más acorde con los tiempos.

De acuerdo  a los hechos, Raúl Castro es un déspota que hay que proteger de las críticas. Basta con que sea mejor que Fidel, según las matrices de opinión en boga, para que haya recibido las respectivas aceptaciones.

En esas coordenadas transcurre el drama de miles de luchadores a favor de una democracia, que continúa añejándose en la imaginación.

 


 

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