Mientras el gobernador del estado de Nueva York, Andrew Cuomo anunciaba los nombres de quienes le acompañarían en su primer viaje a La Habana, alrededor de medio centenar de Damas de Blanco recibía, en una zona del capitalino municipio de Playa, otra soberana paliza por parte de las progubernamentales brigadas de respuesta rápida.
Los acontecimientos ocurrieron en horas de la tarde del domingo último. A los golpes y empujones le siguieron como de costumbre el arresto y la posterior liberación.
Tales hechos no impidieron que el funcionario estatal desembarcara el lunes, en la capital de la Isla, con un séquito de lujo.
La delegación incluyó a directivos de multinacionales como MasterCard, Pfizer y JetBlue.
Esto corrobora el doble carril de la élite de poder cubana en el proceso de recomposición de relaciones diplomáticas con el poderoso vecino.
Ya se sabe que el refinamiento es solo para las visitas solventes, sobre todo las que provengan de cualquier estado de la Unión.
En lo que queda de año es presumible que a la del señor Cuomo y sus acompañantes, le sigan otras de igual o mayor relieve.
Ya se sabe que los toletazos a los activistas prodemocráticos, las detenciones arbitrarias y las condenas a prisión por motivos políticos no son obstáculos para que continúe el programa delineado por Obama y Castro que tiene como prioridad la apertura de embajadas en las respectivas capitales.
Las avanzadillas de políticos y empresarios es parte de una estrategia que rebasa los colores partidistas.
Los centros de poder real, que implican tanto a republicanos como a demócratas apuestan por el fomento de las inversiones directas y los créditos.
Es muy probable que la oposición a estas acciones derivadas de la realpolitk tienda a reducirse. No se deben olvidar los ejemplos del pragmatismo estadounidense y los factores de la geopolítica para acercarse a una comprensión de los eventos en torno a la única dictadura del hemisferio occidental.
El respeto a los derechos humanos es un asunto secundario. Una meta a conseguirse a largo plazo y sin presiones.
Según los defensores de esta idea, el desarrollo y fortalecimiento de una economía de mercado obraría a favor de transformaciones políticas.
Dicho en otras palabras, no hay apuros porque en Cuba exista un Estado de Derecho.
Más allá de resignaciones, apoyos y frustraciones en relación a los anuncios del 17 de diciembre de 2014, desde Washington y La Habana y donde se hizo público el deshielo bilateral, hay que convencerse de que los pasos tomados son irreversibles, al margen de las pausas y retrocesos que pueda haber.
No hay dudas que los mandarines verdeolivo han ampliado su cobertura para reprimir a la oposición pacífica y la sociedad civil independiente.
La brutalidad en intramuros la seguirán enmascarando con sonrisas y gestos amables frente a los visitantes de alcurnia que llegan del Norte.
La visita de Cuomo y su comitiva es una evidencia incontrastable de que el uso de la fuerza, en todas las variantes posibles, contra la “contrarrevolución interna”, está garantizada.