Las varitas mágicas existen. Suelen usarse en política y desde el poder cuando, por ejemplo, hace falta un velo que le dé cobertura a una crisis. El Gobierno de Nicolás Maduro utilizó una esta semana cuando ordenó que el Consejo Nacional Electoral (CNE) anunciara para el 6 de diciembre venidero los comicios parlamentarios que estaban sin fecha.
El chavismo necesitaba ese acto para buscar oxígeno ante la torpeza general de su gestión y la presión del coraje de los opositores y los presos políticos en huelga de hambre que le han obligado a sacar la varita de su boina roja porque Venezuela todavía tiene fuerzas para impedir que la conviertan en una provincia cubana.
Es cierto que a las pocas horas del anuncio el debate político se rebajó y comenzó a apreciarse una especie de síndrome de Estocolmo en el escenario. Llegaron enseguida mensajes de gratitud a Maduro por su llamado a las urnas como si no fuera un acontecimiento retrasado a voluntad que estaba escrito y previsto en las leyes. Los recados con un rumor de alivio provenían, los de mayor emoción, de amigos del chavismo.
La oposición, que realizó sus elecciones primarias el mes pasado, intensificó su campaña por sus candidaturas que ahora incluyen a exiliados y presos políticos y se lanzó al ruedo con resolución para derrotar a los representante del bloque oficialista que encabeza el Partido Socialista Unido de Venezuela, que en la actualidad tiene 99 escaños de los 165 del parlamento.
Los expertos le dan diez puntos de ventaja sobre el oficialismo, pero no olvidan que Maduro tiene bajo su control un sistema de propaganda, dinero en abundancia y una servidumbre leal en las instituciones que debían ser democráticas.
En este nuevo clima con el asunto electoral como centro, la zona de tensión ha cambiado el rumbo, pero me ha dicho un amigo desde Caracas, que «el cuartico está igualito», como reza el viejo bolerón. No se ha acallado el reclamo de la libertad de los líderes políticos encarcelados. La magia no toca los estantes de las tiendas y los supermercados donde por el poder terrenal de la incompetencia ha desaparecido hasta el pan y el azúcar. No silencia las metralletas de los miles de delincuentes que asesinan en la calle, ni elimina la incertidumbre.
La magia es ilusión de un día. La oposición tiene un nuevo frente en la lucha contra las trampas del Gobierno. La varita es un bálsamo que abre otro borde delantero.
Tomado de elmundo.es