Martes , 27 Junio 2017
Los nuevos campanazos del autoritarismo

Los nuevos campanazos del autoritarismo

La provincia de Sancti Spiritus será la sede del Acto Central por el Día de la Rebeldía Nacional.

Así lo decidió el Buro Político del Comité Central del Partido, según el ritual que lleva a cabo anualmente para recordar los Asaltos a los Cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, el 26 de julio de 1953.

Cada 26 del séptimo mes del año, tiene lugar la celebración que marca la continuidad del socialismo bajo la batuta de los mandamases que en su guerra contra el gobierno de Fulgencio Batista no tuvieron reparos en sistematizar los sabotajes por medio de la detonación de bombas en lugares públicos, entre otros actos que segaron la vida de decenas de inocentes.

Esas incursiones que mantenían en vilo a la ciudadanía son abordadas por sus envejecidos ejecutores y quienes le sirven con aplausos y rastreras adulaciones como actos heroicos que a la postre provocaron el triunfo de una dictadura peor.

A pesar de los años transcurridos resulta increíble que la irrupción armada a las dos instalaciones castrenses con su saldo de bajas mortales, no haya culminado en largas penas de prisión para los agresores.

Los que sobrevivieron a la balacera, estuvieron menos de dos años tras rejas y en inmejorables condiciones.

Una acción similar en tiempos de socialismo marxista-leninista comandado por Fidel o por su hermanísimo hubiese terminado en juicio sumario y fusilamiento.

Los medios oficiales se han encargado de amplificar hasta la distorsión los excesos del anterior régimen.

No es menos cierto que en aquella época se practicaron vilezas de todo tipo contra los miembros y simpatizantes de la oposición más beligerante, pero un análisis serio arroja que en los casi seis decenios de revolución castrista el cúmulo de arbitrariedades, torturas y muertes de personas indefensas supera con creces el prontuario de iniquidades que cometieron los batistianos entre marzo de 1952 y enero de 1959.

Basta con disponerse a lanzar volantes en la vía pública con demandas prodemocráticas o ponerle voz al descontento para que salgan las huestes parapoliciales a repartir macanazos a diestra y siniestra sin responsabilizarse por las lesiones aunque sean graves.

Por otro lado, ir directo a la cárcel, incluso sin juicio, a convivir junto a criminales comunes de alta peligrosidad es parte del itinerario que se les sigue imponiendo a los activistas que abogan por un cambio pacífico del modelo político vigente.

Nadie cuestiona que los sicarios de Batista asesinaban a mansalva, arrancaban uñas y ponían picanas eléctricas en los testículos de los detenidos.

Los que actuaron bajo las órdenes de Fidel y quienes sirven al general-presidente son capaces de hacer eso y mucho más, sin embargo han optado por regularizar las palizas que ejecuta apasionadamente “el pueblo enardecido”, el acoso personalizado contra el culpable y sus familiares y el encierro en prisiones donde la existencia pende de un hilo por la letal confluencia de la insalubridad, el hambre y la permanente hostilidad de los carceleros.

En Sancti Spiritus volverán a sonar los campanazos que anuncian la prolongación del autoritarismo.
Un sonido que pocos dentro de Cuba quieren escuchar, aunque asistan a los festejos, bailen y aclamen como si todo estuviera normal.

El miedo es el culpable de esas fachadas que legitiman a los ladrones de esperanzas, a los que se adueñaron del país con trampas y violencia pura.


 

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