Vivimos tiempos complejos. El mundo está lleno de problemas, unos más graves, otros menos. Vivimos en el siglo XXI de la Era Cristiana, unos rodeados de confort y maravillosas tecnologías y otros viviendo como pobres siervos de la edad media. Vivimos en un mundo donde millones de personas disfrutan de todos sus derechos y libertades, otros millones solo de algunos derechos y libertades, y otros muchos millones sufren bajo regímenes que violan todos o casi todos sus derechos y libertades. Vivimos en un mundo donde hay personas muy nobles, humanitarias y dulces y otros criminales y locos como los del ISIS, o los regímenes de los Castros y Corea del Norte.
Vivimos en un mundo donde muchos ciudadanos de la primera potencia del mundo libre, y por suerte del planeta, afirman que nunca pensaron llegar a unas elecciones presidenciales con dos candidatos tan polémicos. Otros creen que tienen magníficos aspirantes a la Oficina Oval que les representarán muy bien dentro y fuera de sus fronteras. Vivimos en un mundo donde un Papa pronuncia elogios sobre un estalinista como Fidel Castro y un Obispo cubano dice que quiere un “socialismo que prospere”, en una nación donde tenemos el peor capitalismo, el que sí es capitalismo malo, el de una familia y sus generales, dueños de todo y de todos. Vivimos en un mundo donde otros Obispos y Pastores no olvidan que Cristo fue perseguido y murió en la cruz y que el mal se enfrenta con dignidad y coraje.
Vivimos en un mundo muy complejo y los medios de prensa libre nos lo confirman todos los días. Y en medio de tantas complejidades, los cubanos tenemos las nuestras. De las peores que pueda vivir pueblo alguno en el planeta. Vivimos bajo un régimen solo comparable con el de Stalin y Corea del Norte, comparación que molesta más a los cínicos y cobardes agentes del castrismo que a los mismos Castros. Nuestro pueblo vive sin derechos y en la más profunda miseria. Miles escapan arriesgando sus vidas en busca de libertad y oportunidades en otras tierras. Y lo peor, contra toda lógica, mientras EEUU, la Unión Europea y otros actores, se esfuerzan en ayudar a Cuba a salir del lamentable estado en que el castrismo la ha sumido, Raúl Castro hace todo lo contrario a lo que en ciertos momentos fingió estaba dispuesto a hacer.
En la medida en que EEUU y la Unión Europea se muestran más generosos con el régimen de los Castros, estos más reprimen, más golpean, más encarcelan, más torturan, más asaltan y más roban a los opositores pacíficos que luchan por la democratización del país y el respeto a los derechos humanos. Con el incremento de sus acciones represivas, conociendo el compromiso de la UE y EEUU con los derechos humanos, el régimen no solo daña cada día más a su pueblo, también se burla de estas potencias del mundo libre, a las que les crea una negativa imagen de débiles y/o insensibles ante los desmanes de una dictadura.
En momentos en que, en vez de avanzar en la apertura económica, el régimen castrista más bien acosa, controla excesivamente y explota a quienes intentan salir adelante como cuentapropistas; en momentos en que en vez de demostrar mayor respeto por el sentir del pueblo y por sus derechos fundamentales, y respeto por sus interlocutores extranjeros, la dictadura de los Castros arremete con más fuerza contra el movimiento opositor, Guillermo Fariñas, Carlos Amel Oliva Torres y otros miembros de la UNPACU protagonizan una ya larga y muy peligrosa huelga de hambre con la intención de llamar la atención sobre los excesos del castrismo y buscando ponerle límites a su infame proceder.
Todos necesitamos evitar que estos valientes y abnegados cubanos pierdan la vida. Lo necesitamos quienes les queremos y admiramos, lo necesitan las personas de bien, lo necesitan las Iglesias llamadas a actuar como “Buenas Samaritanas”, lo necesitan los gobiernos de EEUU y la Unión Europea que dialogan con el régimen castrista, y sobre todo, lo necesita Raúl Castro, quien ya demasiado daño ha causado y en los momentos en que vivimos no le conviene que se desencadenen hechos que puedan hacerlo terminar, en vez de en un final cómodo para él y su familia, en tribunales internacionales y en condiciones como en las que terminó Slobodan Milosevic, el dictador Serbio.
Quienes queremos y admiramos a los huelguistas venimos haciendo ingentes esfuerzos para convencerlos de que suspendan las huelgas de hambre y sed. Ellos, con demasiadas razones a su favor y con unos principios y un honor muy escasos en nuestros tiempos, se niegan a poner fin a sus huelgas sin ver alguna demostración positiva de parte del régimen castrista. Los huelguistas solo piden que el régimen cumpla con sus propias leyes. O ¿Acaso las leyes del régimen autorizan golpear, asaltar y robar a ciudadanos pacíficos que no han cometido delito alguno? Recordemos las brutales golpizas, constantes, contra activistas esposados a las espaldas, las torturas y los robos hasta de los alimentos y los libros de nuestros niños.
Para que nuestra petición a los huelguistas, de que depongan las huelgas de hambre y de sed, puedan dar un buen resultado, ayudaría mucho que la Iglesia Católica, el Gobierno de EEUU y la Unión Europea, a través de autorizados funcionarios, se comunicasen con quienes arriesgan sus vidas por una causa justa y les expresen su preocupación por sus vidas y les hablen de las gestiones, que sin dudas deben estar realizando, ante el régimen castrista, para que este ponga fin, o modere, sus incivilizados procedimientos.
Ya el Gobierno de EEUU y representantes de la Unión Europea han manifestado su preocupación por la vida de los huelguistas, otros destacados políticos y personalidades lo han hecho también. A todos les estamos muy agradecidos. Los días pasan, la dictadura no da la más mínima muestra de regular voluntad y las vidas de estos dignos cubanos se va apagando lentamente. Aunemos esfuerzos para convencerlos de que depongan sus huelgas y también para presionar para que el régimen modere su despreciable conducta. La muerte de más cubanos en huelga de hambre, por justos reclamos, es lo que todos debemos evitar.