La reciente absolución de la reportera Juliet Michelena no entraña en sí un cambio de envergadura en el ambiente represivo.
En esencia, el régimen de partido único persiste en el uso de la fuerza, ahora con algunos matices que servirían para mejorar su imagen ante la opinión pública internacional.
La integrante de la Red de Comunicadores Comunitarios, estuvo cerca de siete meses tras las rejas a la espera del juicio. Al menos tuvo mejor suerte que la Dama Blanco, Sonia Garro que dentro de pocos meses cumplirá tres años de cárcel sin ser formalmente sancionada.
La receta no es nueva. Los oficiales de la policía política tienen la mala costumbre de violar las leyes de procedimiento penal cuando les da la gana.
Estar un tiempo en la cárcel y ser liberado sin cargos es una práctica que se ha regularizado.
En este caso, la petición fiscal ascendía a dos años de privación de libertad por un presunto delito de atentado. En la vista no hubo manera de probarlo, según indicaron sus familiares.
Importante es aclarar que difícilmente este haya sido el motivo para la liberación. En Cuba, las culpas para justificar los encarcelamientos se inventan a la medida.
En las oficinas del Ministerio del Interior es donde se define la suerte de los condenados.
Juliet le debe su libertad a las circunstancias. En otro momento, seguramente hubiera recibido un fallo adverso.
Tal vez no era provechoso agregar a la lista de presos políticos a otra mujer.
Por otro lado, el veredicto podría estimarse como un esfuerzo por restaurar la credibilidad de la jurisprudencia. Un sector que funciona en correspondencia con la ideología del partido de gobierno.
Autonomía e imparcialidad son términos anacrónicos desde la instauración del centralismo y la lealtad a ultranza a los postulados de la élite (contra) revolucionaria.
Al sopesar las características del escenario, hay que admitir que el triunfo de Juliet es parcial y bastante escurridizo.
Sabe que puede volver a la cárcel por el motivo menos pensado. No va renunciar a su labor y eso la expone a nuevos riesgos.
Últimamente parece que al régimen le son más rentables los arrestos temporales, las amenazas y los actos de repudio.
Así que la comunicadora, dentro de los márgenes de su precaria libertad, sigue siendo un objetivo en el colimador de los represores.
Esto no parece importarle mucho. Es una mujer de temple que cree en lo que hace. A fin de cuentas, solo eligió informar sobre la realidad de Cuba que no aparece en las notas de la prensa oficial.
Por eso su nombre permanece en la lista negra.