Las 1500 detenciones arbitrarias en la primera quincena de diciembre, no dan margen para las dobles lecturas y mucho menos para albergar la ilusión de que puede haber un cambio de perspectivas bajo el mandato de Raúl Castro.
El control político y social es para los gerifaltes del poder, una prioridad que mantendrán a toda costa.
Por el momento les basta con arrestos temporales, actos de repudio y algún que otro encarcelamiento, pero en el futuro puede que haya un repunte en el uso de la fuerza bruta.
Con el incremento de la beligerancia por parte de la oposición y la sociedad civil independiente, a pesar de los riesgos y sus vulnerabilidades, crecen las posibilidades de que los tanques comiencen a patrullar las calles y los asesinatos extrajudiciales se propaguen como fuego sobre el pasto seco.
Los temores de la cúpula de una merma en su hegemonía se visualizan en la gradual y explícita agresividad contra los apóstatas de la fe que el partido único instituyó a punta de pistola, rejuegos estadísticos y cantos de sirena.
En medio de este ir y venir de episodios arbitrarios, siguen llegando presidentes de todas las latitudes al Palacio de la Revolución a estrecharle la mano a los culpables de que en Cuba reine el caos institucional, la pobreza y la falta de esperanzas de que se establezcan los marcos legales para disfrutar de los derechos fundamentales.
También el presidente de la Isla cuenta con invitaciones de lujo para reforzar su legitimidad. Muy pronto tendrá como anfitrión al líder de la República Francesa, Francois Holland.
Si el mandatario galo, en el viaje que hizo a la mayor de las Antillas el año en curso, no hizo referencias públicas a los recurrentes abusos perpetrados por la policía política contra los activistas contestatarios, es presumible que tampoco lo haga en París.
En La Habana se limitó a ensalzar la trayectoria de su homólogo caribeño, respecto al programa de transformaciones económicas que lleva a cabo sin prisas y con demasiadas pausas y a ponerle nuevas banderillas al embargo norteamericano que languidece entre los dictados de la geopolítica.
Las pistas para convencerse de que no habrá cambios que ayuden a la descentralización del poder político, durante el gobierno encabezado por el general-presidente, están claras.
El mundo parece inclinado a equilibrar la balanza a favor de la estabilidad a corto y mediano plazo. En esta ecuación el tema del respeto a los derechos humanos cabe, pero matizado por los designios de la realpolitk.
Por tanto, Raúl Castro y sus huestes tienen suficiente margen para actuar en aras de que el desorden, creado por ellos mismos, no rebase los límites y la anarquía se torne en algo inmanejable.
Diciembre apunta a cerrar con un número considerable de detenciones, golpizas y quién sabe si de condenas a prisión por acciones pacificas a favor de que se instaure un sistema democrático en Cuba.
El castrismo está a punto de implantar otro de sus records antes que concluya el 2015. ¿Qué nos deparará el año que viene?