LOS MUERTOS, los heridos y los presos de la rebelión popular de febrero en Venezuela están ahora perdidos en las hemerotecas y en el pálpito exclusivo de la memoria de sus familiares y amigos. La actualidad informativa y el interés de la mayoría de las instituciones internacionales sólo tiene ojos para los conflictos políticos de Nicolás Maduro, sus batallas internas por el poder y su decisión de no desmontarse del caballo cerrero que le dejó Hugo Chávez.
El centro noticioso de aquél país es la intriga solariega de los grupos chavistas. Ya están también disimulados por miedo o por intereses la imposición desde el Gobierno de un modelo económico y una ideología que han divido la sociedad, la inseguridad ciudadana con sus olas de crímenes y asaltos, la ausencia de alimentos en el mercado, la censura de los medios de comuniación y la prensa, la ruptura de las familias, todo lo que hizo que los estudiantes y la población se lanzaran a la calle a protestar frente a una represión brutal.
Lo importante es que el presidente de Venezuela cambiará las estructuras de su Gobierno, hará en los próximos meses una «revolución dentro de la revolución», para alcanzar una gestión eficaz y consolidar el socialismo, asesorado por un sabio cubano, el ingeniero Orlando Borrego, el consejero de Ernesto Ché Guevara en todos los fracasos del guerrillero como ministro en Cuba.
Esa es la gran solución, cambiar o eliminar algunos muebles, algunos de los 30 ministros y 110 viceministros, y continuar en el Gobierno del mismo bahareque socialista que guarece con absoluta igualdad a ineptos, corruptos y a represores sin escrúpulos porque las cifras de las víctimas tiroteadas en las calles mientras pedían cambios y libertad se pueden esconder pero nada las borra.
[Continuar leyendo][Imagen superior: Ministros de Venezuela ponen sus cargos a disposición de Nicolás Maduro para reorganizar gabinete. (Reuters)]