Martes , 27 Junio 2017

Instrumentos para gobernar: una corbata y un machete

El hecho de que una dictadura militar de más de medio siglo le ponga un traje a un funcionario y lo siente disciplinadamente a una mesa a hablar de derechos humanos con un representante (enfundado en una guayabera) de 28 países democráticos no es una comedia escrita por un delirante. Tampoco, hay que decirlo, es un evento trágico. Se trata de un perfil simple y palpable de la obscenidad política de las relaciones de la Unión Europea con Cuba.

Para el gobierno cubano es un éxito que vaya a La Habana, como ha pasado esta semana, un señor de Bruselas con algún rango diplomático dispuesto a debatir con seriedad y respeto cualquier aspecto de la sociedad civil criolla y de la vida de sus ciudadanos. El problema es hacerle creer a la gente informada y despierta de Europa y del mundo entero que ese diálogo es realmente serio y auténtico. Y lo que es más importante, si ofrece algún beneficio a los hombres y mujeres cautivos.

Esas reuniones suelen terminar sin acuerdos, las fechas para nuevas citas en el aire y con las mismas agendas vírgenes a la espera del momento que se haga necesario volver a reunirse para no acordar nada. Todo, eso sí, envuelto en la niebla de la prosa diplomática.

Esos documentos almibarados suponen la perversión de obviar o borrar del fragor de la sociedad criolla la presencia, la vida diaria, el valor de la oposición pacífica cubana que no es una metáfora ni una invención. Esos hombres y mujeres no pueden verse como una comisión de fantasmas sin rostros. Son ciudadanos acosados y perseguidos que tienen nombres y apellidos y voluntad para cambiar su país por encima del amor al poder del castrismo y de la codicia y los intereses económicos de su contraparte.

Se trata de los que reciben golpizas y machetazos en cualquier punto del mapa, son los que soportan junto a sus amigos y la familia los mítines de repudio y les asaltan sus casas, invaden su privacidad y les llevan las cámaras fotográficas, los ordenadores o cualquier equipo que le interese a algunos de los enviados especiales del gobierno. En efecto, ellos están entre los más de seis mil cubanos que han sufrido detenciones arbitrarias en lo que va del año 2016.

Sí, tienen nombres y apellidos. Se llaman, por ejemplo, José Daniel Ferrer o Iván Hernández Carrillo y han viajado a Estados Unidos y Europa, a Ginebra, España y Suecia, a contar en primera persona de las cárceles cubanas, la persecución política y las golpizas. Y a demostrar el trabajo, la fuerza y la ilusión de una oposición que no pueden anular del escenario cubano ni los machetes de los paramilitares ni los nudos de las corbatas de los funcionarios.

Tomado de elnuevoherald.com


 

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