El socialismo del siglo XXI se va quedando sin aliento en su carrera hacia el futuro. Involuciona más rápido que las predicciones de los politólogos que descubrieron desde el principio las grietas y los costurones en cada uno de los discursos de sus patrocinadores y representantes.
Lo ocurrido en las elecciones parlamentarias de Venezuela, muestra la derrota de los esfuerzos por dotar al marxismo de una validez que sucumbió definitivamente con la caída del campo socialista a finales de la década del 80 de la pasada centuria y la desarticulación de la Unión Soviética en 1991.
El descalabro chavista en la Asamblea Nacional señala un cambio en el mapa político de la región.
Con el control del parlamento, las fuerzas opositoras locales toman una ventaja, que no solo supera las expectativas de los analistas más avezados, sino que define derroteros contrarios a las aspiraciones de La Habana y Caracas de consolidar un sistema de alcance continental.
El declive de la revolución bolivariana, precipita el fracaso de una estrategia que se fraguó con las teorías del sociólogo alemán Hans Dietrich Stefan y los empeños románticos de Hugo Chávez y Fidel Castro en crear una especie de patria latinoamericana, bajo la bandera del antinorteamericanismo y la estatalización a ultranza.
Nicolás Maduro que asumió la presidencia mediante un oscuro testamento de Chávez, puede que tenga sus días contados en los predios del Palacio de Miraflores.
En aras de minimizar en lo posible la paliza en el congreso unicameral, lo más lógico sería sustituir a las figuras más representativas del poder.
Al margen de las permanencias o remociones dentro de las estructuras políticas vigentes, no hay salvación para un sistema que ha servido como catalizador del caos, dentro y fuera de Venezuela.
El populismo de izquierda que se fomentó a costa de la renta petrolera de PDVSA, se acerca a un final abrupto.
Según los vaticinios, el barril de crudo podría bajar a menos de 30 dólares en los próximos meses.
Esto indica una precipitación de acontecimientos asociados a la inestabilidad en los países que dependen de las ayudas de Venezuela.
El gobierno cubano se acerca a una encrucijada. Una nueva reducción a los ya menguados suministros de oro negro procedentes de la nación sudamericana, obligaría a un mayor acercamiento a Estados Unidos.
El 2016, parece ser un año de definiciones. El Partido Socialista Unidos de Venezuela (PSUV) pierde, a marchas forzadas, el brillo que tuvo en los años de surgimiento y consolidación, bajo el liderazgo del teniente coronel de Barinas.
La élite política cubana, baraja los efectos del desgaste de sus aliados y su posible salida del poder mediante un referendo revocatorio, que la oposición usará antes de las elecciones presidenciales del 2019.
El socialismo del siglo XXI, languidece inevitablemente. No sobrevivirá a sus contradicciones para desgracia de quienes lo estimaban como el punto de partida del viaje hacia un mundo mejor.