Martes , 27 Junio 2017
El partido y su puño de hierro

El partido y su puño de hierro

Justamente ocurrió lo que se esperaba del VII Congreso del partido comunista cubano. Nada de cambios en su proyección y mucha retórica incendiaria.

Las esperanzas de un desmontaje tan siquiera parcial de sus estructuras fueran incineradas en el fuego de la intransigencia.

Es decir que el centralismo económico y la exclusividad política e ideológica de la organización que desde 1965 detenta el poder absoluto en la Isla mantendrán su vigencia, al menos mientras Raúl y Fidel Castro estén de cuerpo presente en este mundo y desempeñándose como dueños incontestables del modelo que algunos expertos insisten en compararlo con un manicomio.

A menos que ocurra un milagro, el racionamiento y la represión en todas las variables posibles continuarán gravitando sobre todo el territorio nacional.

Apenas dos rasgos de la catilinaria de efectos nocivos que reproduce el sistema.

A través de la intervención de los delegados quedó claro que los comunistas no transan con el debate plural ni con una ampliación de la apertura económica donde tengan cabida los diversos tipos de propiedad y enriquecerse deje de ser un delito a pagar con multas, confiscaciones o la cárcel.

Una vez más se perdió la oportunidad de rectificar el rumbo.

¿Qué lógica tiene insistir en estrategias que contribuyen a mantener el estancamiento y la alienación?

¿Quiénes se benefician de esos posicionamientos que traen a la memoria los momentos más ríspidos de la guerra fría?

Este congreso demuestra lo que ha sido una constante dentro del periodo, presuntamente revolucionario, que nos ha tocado vivir por casi seis décadas: el divorcio entre los intereses de la élite y el pueblo.

La reactivación de la histeria antinorteamericana tomando como base la visita del presidente Obama a Cuba, especialmente el discurso, efectuado en los predios del Gran Teatro Alicia Alonso, donde renovó sus aspiraciones de acelerar el proceso de normalización, además de mostrar las virtudes de la democracia, entre otras cosas que no le cayeron nada bien a sus anfitriones, ofrece las claves del atrincheramiento.

La voluntad en reforzar las desavenencias  con el país vecino, puso en evidencia lo importante que resulta para la plana mayor de la dictadura conservar esa postura con el fin de mantener los niveles de legitimación en intramuros y ante la comunidad internacional.

El reciclaje de elementos que revitalicen el viejo diferendo sigue siendo vital para la sobrevivencia del socialismo. Al menos el que lleva la marca Castro Ruz desde sus orígenes.

El que vendrá después, apunta a ser más pragmático.

Sería muy saludable conocer la fecha de su inauguración y el nombre del futuro secretario general del Partido para aliviar el peso de las desilusiones. Menuda tarea la de adivinar tales acertijos entre el habitual secretismo y las credenciales fundamentalistas de un congreso en que los aplausos sonaban como fuego cerrado de artillería.

Fue de comienzo a fin una apuesta por el odio y la ignominia. ¿Qué otra cosa se podía esperar?


 

  • Roberto

    Y es que verdaderamente que otra cosa se podria esperar.

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