La nueva Cátedra Pío Tamayo ha planteado un foro sobre discurso político venezolano partiendo de la premisa de que el liberal positivismo es un hilo conductor que lo recorre desde antes de la aparición de la República hasta nuestros días, tiñendo el abordaje de todos los tópicos en cualquiera de sus diversas manifestaciones.
Como punto previo es inevitable recordar que la CPT fue cerrada el 14-07-14 y sus actividades fueron reanudadas este año; pero cambiando su naturaleza jurídica a la de Cátedra Libre, quedando sometida a las Normas Generales para las Cátedras Libres del 03-07-02, según acuerdo del Consejo Universitario de fecha 03-12-14.
Estas CL duran 4 años, con posibilidad de “readscripción”, deben presentar un plan de actividades trimestral al Consejo de Escuela o Facultad con copia al Vicerrectorado Administrativo, un informe anual de actividades y el Consejo Universitario puede decidir la finalización de sus actividades discrecionalmente. En todo caso, las cátedras existentes tienen seis meses para ajustarse a esta normativa para poder ser inscritas en el registro centralizado o de lo contrario “se considerarán inexistentes”.
La CPT fue creada el 06-10-83, mucho antes de la aprobación de estas Normas y después de su entrada en vigencia nunca le fueron aplicadas durante más de doce años. Por lo tanto, es un hecho muy discutible que ahora la comisión encargada de investigar los hechos relativos al cierre de la CPT haga la recomendación de establecer en el contexto de las restricciones señaladas por ella “los mecanismos idóneos que permitieran la continuidad del trabajo de la CPT que viene realizando por más de 31 años” en el mismo lugar; pero cambiando su horario de nocturno a vespertino y sometiéndola a unas Normas que transforman su régimen jurídico.
En la práctica la CPT es otra, su auditorio también cambió; pero su espíritu es el mismo: una tenaz resistencia, como Pío Tamayo en el Castillo Libertador, al asedio gomecista.
LA ERA LIBERAL
Se observan en el siglo XIX tres momentos capitales. Primero, el discurso emancipador inspirado en la Revolución Francesa y en la Independencia de los Estados Unidos. Sus tópicos son, por supuesto, libertad e independencia.
Segundo, la separación de la Gran Colombia. Aquí aparece el discurso conservador, representado por José Antonio Páez y Carlos Soublette. Frente a ellos, por necesidad polémica se planta el discurso liberal encarnado por los hermanos Monagas.
En esta misma época emerge el ideólogo del liberalismo, Antonio Leocadio Guzmán, que funda el gran Partido Liberal; pero los tópicos ahora son distintos, la abolición de la esclavitud y de la pena de muerte, ataque contra la oligarquía conservadora, aunque en rigor, los liberales también fueran oligarcas.
Tercero, la Guerra Federal. Aquí la controversia es entre Federalismo y Centralismo, oposición que no coincide plenamente con la anterior entre liberales y conservadores, de hecho, unos y otros podrían intercambiar perfectamente de roles sin dificultad.
Probablemente haya un influjo de la Guerra de Secesión de los EEUU por los temas del abolicionismo y el federalismo, de hecho, después del Tratado de Coche en 1863, se bautiza la República como “Estados Unidos de Venezuela”.
Después de la guerra larga, se abre un período de inestabilidad con hegemonía evidente del liberalismo amarillo de Antonio Guzmán Blanco, quien introduce el bolivarianismo, le pone el nombre de Bolívar a la moneda y, acto seguido, se dedica a acumularlos, iniciando la corrupción administrativa en su variable ya clásica de fraguar empréstitos en divisas para convertirlas en bolívares y aprovechar el spread cambiario. Su programa es típico del despotismo ilustrado, proliferación de obras públicas e impulso a la modernización del país, lo que repiten todos los dictadores militares que le suceden.
El fin de la anarquía llega con la Revolución Liberal Restauradora de Cipriano Castro, en la que es imposible no advertir el tinte bonapartista. El tópico antiamericano, antieuropeo o antiimperialista que había introducido Guzmán, alcanza con él su apogeo.
Le sucede Juan Vicente Gómez, bautizado como “el tirano liberal”, lo que parece una contradictio in adjecto, pero no es así, la tiranía se engalana con el discurso justificador del gendarme necesario o bien del cesarismo democrático.
Gómez se hizo nacer y morir en las mismas fechas que Simón Bolívar: 24 de julio y 17 de diciembre.
LA ERA SOCIALDEMÓCRATA
De siempre se ha dicho que Venezuela entró tardíamente al siglo XX con la muerte de Gómez, que hegemonizó todo el primer tercio. El cambio más significativo es la irrupción del discurso socialdemócrata, particularmente con la Generación del 28.
Con Gómez desapareció la confrontación liberal conservadora de manera que ahora la controversia se presenta entre militarismo, nacionalismo y bolivarianismo, por un lado y por el otro el civilismo, internacionalismo y marxismo, con ciertas variantes.
Es curioso que en Venezuela la socialdemocracia se manifiesta al revés de como originalmente se presentaron las cosas. Para el momento en que muere Gómez ya todo ha ocurrido en Europa, el partido socialdemócrata se ha dividido dando origen a su versión comunista. En Venezuela se funda primero el Partido Comunista, en 1931, con el antecedente del Partido de la Revolución Venezolana fundado en el exilio en 1927, mientras que Acción Democrática se funda diez años más tarde, en 1941.
No es gratuito que el Golpe de Estado de los adecos contra el gobierno de Isaías Medina en 1945 fuera bautizado como “la Revolución de Octubre”, en resonancia soviética.
Entonces surge el social o demócrata cristianismo con la fundación del partido COPEI, en 1946, que tuvo sus antecedentes en el Movimiento de Acción Nacional y la Unión Nacional Estudiantil, escisión de la Federación de Estudiantes de Venezuela.
Pero estas distinciones pierden relevancia porque todas naufragan en el populismo. El origen y la definición del populismo son muy controvertidos particularmente porque su creador fue Benito Mussolini, el primero que dio el paso del discurso clasista típico del socialismo a la invocación al pueblo propia del fascismo. Ilustrativamente Mussolini pasó de director de Avanti! diario oficial del Partido Socialista Italiano a dirigir Il popolo d’ Italia, órgano del Partido Nacional Fascista.
Asimismo, todos se caracterizan por su devoción a las masas, la idolatría del Estado, su antiliberalismo, anticapitalismo y un proverbial desprecio por el individualismo.
LA ERA TOTALITARIA
El discurso político venezolano describe un arco que va desde la completa hegemonía liberal al más radical antiliberalismo. Esta amalgama de militarismo, nacionalismo, bolivarianismo, unida al socialismo e internacionalismo “de izquierda”, configura el discurso totalitario, sin que le falte una exótica dosis del condimento antisemita.
Por totalitarismo se entiende un régimen que pretende no sólo el control del Estado, como las tiranías clásicas, sino de la sociedad en su conjunto, de la economía, la cultura, en particular de la información, la educación y cualquier manifestación artística.
La originalidad del totalitarismo venezolano radica en que todavía no es un régimen de partido único, sino que ha integrado una oposición oficialista para dar la imagen de un juego democrático, pero ambos repiten en sus puntos esenciales el mismo discurso.
Todos son igualmente socialistas, bolivarianos, asistencialistas o partidarios de las misiones, curiosamente “antifascistas”, en un país en que jamás ha existido y con toda seguridad nunca existirá un partido fascista.
Lo más cercano ha un movimiento fascista fue la UNE, creada por Rafael Caldera en 1936, al dividir la FEV por la polémica expulsión de los jesuitas del país; pero en realidad estaba inspirada en la falange de Primo de Rivera, era católica y conservadora, al contrario del carácter revolucionario y anticlerical del fascismo.
Irónica pero no casualmente Rafael Caldera fue el mentor político de Hugo Chávez, a quien indultó, perdono sus pecados golpistas y le entregó la banda presidencial. Antes en los años 70 “pacificó” a los guerrilleros castrocomunistas y los incorporó a su primer gobierno como hizo con los golpistas en el segundo.
Ahora ambos cogobiernan mediante un pacto tácito pero evidentemente funcional cuyos términos deben desvelarse porque una de sus condiciones de operatividad es la de permanecer oculto, fuera del escrutinio público, como los jesuitas.
En este punto se revela la utilidad de la teoría del discurso, porque es a través de las manifestaciones públicas de ambos que puede descubrirse el juego de señales, gestos y mensajes criptografiados que constituyen la plataforma básica del acuerdo.
Todos son demócratas: en el clásico binomio democracia-libertad ponen el énfasis en una, ignorando por completo la otra, dando paso franco a la tiranía de la multitud. Todo lo resuelven con el principio de la mayoría y ninguno cuestiona al “poder electoral” como supremo distribuidor, pese a que dejó de ser un sistema de elección de candidatos a cargos públicos para convertirse en un mecanismo de convalidación de candidatos designados en comités centrales de partidos que participan en un pacto tácito de convivencia. Pasaron del régimen electivo al convalidatorio de tipo castrista cubano.
Es ilustrativo el discurso de “la unidad”, tan omnicomprensiva y perfecta que no dejaría fuera ni siquiera a los chavistas, con lo cual resulta que la alternativa democrática es más totalitaria que el gobierno.
L’ Unitá se llamaba el periódico oficial del Partido Comunista Italiano, fundado por Antonio Gramsci en 1924, el creador del concepto de “hegemonía” e inspirador del “eurocomunismo” que tuvo su reflejo más cabal en el Movimiento al Socialismo, el “autentico partido comunista de Venezuela” como se definieron en su acta constitutiva al separarse del PCV, hoy todos dirigentes de la MUD.
Unidad es una palabra que en términos de discurso hace plausible al totalitarismo, le da un rostro humano, amistoso porque, visto en la perspectiva del lenguaje común ¿quién puede oponerse a la unidad? El problema de la unidad perfecta es que proscribe al pluralismo, no admite la diversidad de opciones y evita la posibilidad de elección entre distintas alternativas. De allí a la tarjeta única, partido único, vocero único, discurso único, no hay ni un paso.
Al predicar que hay un momento de discusión donde se explayan libremente todas las posiciones, pero luego debe tomarse una decisión democrática y hecho esto todos se obligan a cumplirla disciplinadamente, porque el momento de discusión ya pasó, se está describiendo el método del “centralismo democrático” de Lenin, que es el alma de la socialdemocracia y del bolchevismo.
La MUD no es importante por lo que hace sino por lo que impide: el surgimiento de la Resistencia. Tiene algunas sutiles diferencias con el gobierno, por ejemplo, no son abiertamente antisemitas, pero tampoco defienden a Israel, lo que en las circunstancias actuales es lo mismo. No obstante, suscriben el discurso dominante del conflicto israelí palestino, ocultando debajo de la alfombra a 21 Estados árabes, como si no existieran. En esto vuelven a hermanarse con el régimen: Todos creen firmemente que lo que ellos no reconocen, ni mencionan, materialmente no existe.
La pregunta que resta por responder es: ¿Por qué el totalitarismo renace tan vigoroso después de las catástrofes que produjo en el siglo XX? No debe creerse que sea una cosa horripilante que nadie en su sano juicio puede querer, siendo la verdad que ejerce una irresistible atracción tanto sobre las élites como sobre las masas.
La ilusión de la omnipotencia, de un poder absoluto, más allá de todo límite y medida, por un lado, y de la igualdad, sin distinciones ni preferencias, por el otro, es lo que funde a la élite con la masa en una sola “unidad” indisoluble.
La psicología de la Gestalt (gestalt significa totalidad) postula que el cerebro humano está predispuesto a seguir siempre la línea del menor esfuerzo, por lo que tiene una inclinación natural a la simplificación. Las discordancias le producen stress por lo que las elimina, completando asimismo las partes faltantes para formarse imágenes concisas de la realidad. El totalitarismo tendría así un apoyo en la naturaleza humana.
La ficción fundamental del comunismo la resumió Lenin diciendo que ningún hombre es imprescindible, de lo que sus seguidores dedujeron que todo hombre es prescindible. Luego, la finalidad esencial de la igualdad perfecta, de la eliminación de toda diferencia, es hacer al hombre completamente prescindible, lo único imprescindible sería la masa.
Esto viene como anillo al dedo del militarismo, porque es lo que admite la pretensión militarista de sacrificar hombres por decenas, cientos, miles, millones, en la certeza de que podrán sustituirlos de inmediato por otros completamente idénticos, sin advertir o pretendiendo ignorar que cada hombre es un ser singular, único e irrepetible.
Todos se arropan bajo el pendón de la fraternidad que dice así: El bien común prevalece sobre el interés individual.
La paradoja es que no se ve cómo el mal individual pueda conducir al bien de todos.