Martes , 27 Junio 2017
Desamparados

Desamparados

Sin dudas uno de los mayores estragos sufridos por Santiago de Cuba en el siglo XXI  fue el paso del ciclón Sandy en 2012. La ciudad se repone, sobre todo en los inmuebles gubernamentales, pero en el sector residencial las cosas van cada vez más lentas, principalmente en los barrios periféricos de la ciudad. Un ejemplo de ello lo es el caso de Leonardo Quesada Laborí de 44 años.

Electricista de profesión, al quedar desempleado, pasó al sector cuentapropista, convirtiéndose en hojatalero oficialmente, aunque para la sobrevivencia también hacia trabajitos de electricidad y mecánica.

Residente del reparto Marimón, en el noroeste de la ciudad, vive desde hace tres años en lo que solía utilizar como taller, antes de que su casita, dentro de una cuartería, fuera derribada por el huracán. La improvisada vivienda es un pequeño espacio de 3 x 2 metros cuadrados con piso de tierra, sin baño,  sin agua corriente, ni cocina y un techo hecho con retazos de tejas. Allí comparte su vida  y su trabajo con su esposa Magnolia y sus tres hijos de entre 11 y 2 años.

Ya han pasado casi tres años desde la fatídica noche del derrumbe, y con pesar ve que sus condiciones de vida no han mejorado, más bien van para peor. Todavía recuerda las promesas que le hicieron de construirle una nueva vivienda, vinieron trabajadores sociales, arquitectos y técnicos, tomaron medidas, hicieron defectaciones de los daños en el perímetro, evaluaron la situación económica y de vida, y prometieron una pronta ayuda. Todo un circo mediático postciclón.

No ha recibido nada y ya ni siquiera cree que le den alguna ayuda. Ahora la prioridad del gobierno es darle casas a la gente que están sacando de los barrios aledaños a la construcción de la Avenida de la Patria, la actual tarea prioritaria, el resto tendrá que esperar.

Leonardo se siente impotente, pues ahora ni siquiera puede buscarse un dinerito para mal comer o remendar el cuarto, su salud está totalmente quebrada. Sufre de insuficiencia renal crónica, necesita un urgente trasplante del único riñón que le queda. Ahora vive pendiente de su hemodiálisis semanal, y de que le caigan algunos kilitos, de caridad por una iglesia evangelica o de algún trabajito que le sea posible hacer para el plato de comida diario.

Con una salud y futuro incierto no se arrepiente de haber donado un riñón para salvar la vida  de su sobrina. “Yo fui el único compatible, era el único modo de salvar la vida de la niña”, ahora ni siquiera le dan esperanza de un trasplante para él, y con su esposa también enferma, su única preocupación son sus pequeños hijos. “Me gustaría dejarles una buena casa donde vivir”. Un legado dependiente de los vaivenes políticos gubernamentales.

Mientras tanto, esta familia como muchas otras damnificadas, espera indefensa, no existen vías para reclamar, las promesas que les hicieron quedaron en el olvido. Estas son las victimas del justo gobierno popular cubano.


 

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