En la reciente ronda de conversaciones que llevaron a cabo representantes de la Unión Europea y el régimen cubano, la situación de los derechos humanos dentro de la Isla, brilló por su ausencia.
El eje de las pláticas fue el tema de la cooperación en términos económicos.
Por lo que se avizora, abrir un canal de diálogo realista, y valga el adjetivo, en asuntos que conciernen al disfrute de las libertades fundamentales dentro del sistema de partido único, será casi imposible a corto plazo.
Ni hablar de la firma de acuerdos que permitan la legitimación de los grupos opositores y de procesos eleccionarios pluripartidistas.
Mientras los cables anunciaron la discusión de algunos de esos tópicos en la próxima reunión a celebrarse en La Habana, probablemente en la primera quincena de diciembre del año en curso, no tiene sentido hacerse muchas ilusiones. En el caso de que se alcanzaran compromisos relacionados con esos asuntos, ¿Cuál sería el tiempo para su implementación? y ¿hasta dónde estarían dispuestos a ceder quienes han gobernado toda la vida a través del terror y la manipulación?
Realmente cuesta creer en una evolución que combine la apertura económica con la política.
El discurso del poder continúa bajo sus presupuestos inaugurales. No existe una renovación en la mentalidad. La disidencia se sigue pagando con la cárcel, el acoso permanente y la marginación.
Las concesiones se han limitado a determinadas áreas de la economía. No existen señales que indiquen la vertebración de un modelo que supere las barreras del estatismo.
A partir de las características del escenario se llega a la conclusión de que se articula, “sin prisa pero sin pausas” un modelo de corte fascista.
En el futuro mediato pudiera establecerse otra dictadura un poco menos intransigente. Quizás este sea el paso anterior a una democracia que podría igualar en inconsistencia a las que subsisten en la vecindad latinoamericana.
Raúl Castro, lejos de disminuir su talante represivo, apela a los matices como cortina de humo.
A la vez que disminuyen relativamente las condenas por motivos políticos, proliferan los actos vandálicos, los arrestos temporales y las palizas contra cualquier ciudadano que manifieste, a cara descubierta, su inconformidad con el sistema.
Hasta momento no ha habido forma de eliminar la impunidad. Mejorar la situación de los derechos humanos es un reto que sigue entre signos de interrogación.
Ninguna acción ha sido eficaz para acabar con las irregularidades en materia de derechos humanos.
La Unión Europea busca un clima de entendimiento pleno con el gobierno cubano. El bloque formado por 28 países, apuesta en una primera etapa por progresar en los temas menos engorrosos.
La colaboración económica parece ser la prioridad. En el resto de los puntos, los compromisos, si es que los hay, serán a cuenta gotas y sujetos a limitaciones.
Así que a la Comisión de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, Hablemos Press y otras entidades independientes que se encargan de documentar los abusos contra los integrantes de la oposición pacífica y la sociedad civil alternativa les espera, como es ya costumbre, un arduo trabajo.
Algunos analistas estiman que cualquier solución de envergadura pasa por el relevo de Raúl Castro como presidente absoluto del país.
Quienes defienden esa tesis no creo que estén muy lejos de la realidad.