La dinastía encabezada por Kim Jong-un, celebró este Agosto el mes de solidaridad con el pueblo cubano.
El auditorio que puso los aplausos y las sonrisas estuvo conformado por obreros de una factoría textil, ubicada en la capital de lo que muchos denominan el manicomio asiático.
Una vez más quedó fuera de dudas la empatía entre ambos regímenes desde la época en que el abuelo del actual monarca, Kim Il Sung, sentó las bases para administrar al país como una finca particular.
El Gran Líder ocupó la jefatura del Estado desde 1948 hasta su muerte en julio de 1994. El heredero del trono fue su hijo Kim Jong Il que también salió del poder por la vía biológica.
Hace aproximadamente tres años que la presidencia del país asiático está en manos del joven de 31 años y no menos sanguinario, Kim Jong- un, el mismo que ajustició públicamente a su ex novia y a un tío, la primera por medio de un pelotón de fusilamiento y al segundo lanzándolo vivo, amarrado y desnudo delante de una jauría de perros hambrientos.
Centenares de episodios que constituyen imitaciones de la mejor literatura de terror no han sido óbice para que Fidel y Raúl Castro disminuyan los niveles de cordialidad con los representantes de un sistema que se mantiene al margen de la lógica y en permanente desafío a la comunidad internacional.
En cuestión de brutalidad e intransigencia ambos gobiernos se retroalimentan.
Es cierto que el dictador coreano, autodenominado mariscal, es un asesino con mayor sangre fría, pero sus amigos del Caribe no se quedan muy rezagados. Ellos también matan o destruyen a sus oponentes. Solo que con métodos menos extravagantes, aunque de similares resultados.
En la actualidad en Cuba está vigente una moratoria respecto a la pena de muerte.
La pausa en las ejecuciones no significa nada extraordinario. Las cárceles continúan llenas y el acoso puede alcanzar cotas inimaginables.
Recibir una golpiza en la vía pública por manifestarse en contra de algunos de los decretos que salen a luz periódicamente, es una acción que cuenta con el aval de los máximos representantes de las entidades que ostentan el poder.
Entre tentativas de linchamiento, juicios sin las debidas garantías procesales y reclusiones en centros que no cumplen las reglas internacionales, se halla el destino de quienes se atreven a saltar los muros de la censura sin camuflajes retóricos y a cara descubierta.
Los agasajos al embajador cubano, Germán Hermin Ferrás Álvarez, deben verse como la reafirmación de un viejo pacto.
El diplomático insular fue espléndido a la hora de ensalzar a los anfitriones. Describió a la dictadura de Corea del Norte “como un modelo para los progresistas del mundo”.
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