Con el probable cierre del acuerdo de diálogo político y cooperación entre la Unión Europea y Cuba en las postrimerías del año en curso, se supone que para la fecha hayan proscrito los actos de repudio, las detenciones arbitrarias y las personas encarceladas por delitos políticos estén en sus respectivos hogares tras recibir el indulto o la amnistía.
No es a la ligera que abordo el tema desde la conjetura. ¿Se comprometería el gobierno a abandonar el camino de la ortodoxia?
A juzgar por los acontecimientos parece imposible que Raúl Castro legitime las discrepancias políticas y las libertades fundamentales en un plazo tan corto.
Lejos de atenuarse la represión, en lo que va de año se han disparado las cifras de arrestos temporales, golpizas en las calles y encarcelamientos contra los activistas prodemocráticos.
Ni en el lenguaje se observan indicios de cambios. Los voceros oficiales se encargan de recordar, casi todos los días, la vigencia del partido único como órgano supremo de la nación y que los opositores son unos mal nacidos, todo eso dicho sin rodeos y en un tono inquisitorial.
Con esos truenos, es absurdo esperar la calma. Lo más sensato es asegurarse de que la tormenta viene con nuevos nubarrones y torbellinos.
Difícilmente Raúl Castro proceda a ampliar los márgenes de la tolerancia. Menos ahora con el aumento de los actos de protesta en la vía pública por parte de las Damas de Blanco y decenas de agrupaciones opositoras.
Fidel convirtió en ley, lo que una vez dijo en uno de sus kilométricos discursos.
Con la proclamación de que la calle es de los revolucionarios, se cerraron a cal y canto los espacios para los que no se ajustan a esos parámetros.
Si no es para lanzar consignas progubernamentales y vítores a las actualizaciones del socialismo, es ilícito ocupar esos escenarios. Las brigadas de respuesta rápida están en plena disposición combativa.
Lo mismo tuercen brazos que patean con un esmero que da grima. Eso si no les da por romper cabezas o pinchar con objetos punzantes a los que gritan: ¡viva los derechos humanos!, ¡liberen a los presos políticos! o ¡queremos democracia!
El canciller español, José Manuel García-Margallo parece estar confiado en la posibilidad de llegar a un entendimiento en este tópico con las autoridades cubanas.
Ha dicho recientemente en un encuentro de los ministros de Asuntos Exteriores de la Unión, que el capítulo del respeto a los derechos humanos es de gran importancia en las negociaciones que se llevan a cabo entre las partes.
Ojalá y sus palabras no sean meros ejercicios retóricos. Y que en caso de que finalmente se llegue a un entendimiento, este sirva para proteger la integridad física y espiritual de los opositores e integrantes de la sociedad civil independiente.
Puede que los representantes de la dictadura firmen y después hagan lo que les venga en ganas. No sería la primera vez.
Lo más realista es moderar las expectativas. Las dictaduras no suelen ser flexibles, mucho menos las de estirpe marxista-leninista y en el caso cubano, con sus fundadores aun en el poder.