No podría afirmar que los guardias de la prisión Combinado del Este ostenten el record de las palizas que se ejecutan semanalmente en la mayoría de los centros penitenciarios de la Isla, pero de allí, vía internet, es que llegan los detalles de dos presos comunes agredidos en el mes de febrero, con brutalidad zoológica, por oficiales y subordinados de esta cárcel capitalina.
La nota firmada por el periodista Pablo Morales y publicada en el sitio Cubanet, recoge los pormenores de los hechos brindados por el preso político Ernesto Borges Pérez, que lleva 17 años preso de una condena de 30 años por Tentativa de espionaje.
Llevar las patillas demasiado largas en un caso y gritar consignas antigubernamentales en el otro, a causa de la negativa del oficial Néstor a escuchar sus reclamaciones, fueron los hechos que motivaron las respectivas agresiones, según refiere la nota.
El reo implicado en el último incidente padece de un ligero retraso mental, dato que sirve para tener una idea de la crueldad del personal que labora en la mayor prisión cubana.
Si alarma conocer la naturaleza de tales eventos, lo verdaderamente estremecedor en la asiduidad con que ocurren.
Numerosos reos, debido a las bestiales golpeaduras, sufren de invalidez total o parcial. Otros han muerto.
Las zurras son en grupo y en ocasiones no cesan hasta que el reo pierde el conocimiento.
En las prisiones de Agüica y el Combinado Provincial de Guantánamo fui testigo, de esas escenas que me remitían a los pasajes de la selva en que la jauría de leones despedaza a su presa sin compasión.
Aún en mi memoria guardo el sonido de los golpes secos de una cabilla hundiéndose en el cráneo y la patética asonancia de las trompadas, los puntapiés y los toletes de goma sobre el prisionero que se pasaba de la raya.
Una mínima infracción bastaba para que se formaran los aquelarres. Incluso muchas veces eran provocados por los carceleros con el propósito de satisfacer sus instintos criminales.
A 12 años de aquellas experiencias, recibo la notificación de que nada ha cambiado al interior del sistema carcelario de la mayor de las Antillas.
El terror sigue vigente y lo peor es que no existen medios para atajarlo.
No hay dudas de que el reporte divulgado por el comunicador independiente expone una brevísima muestra de lo que se ha convertido en una especie de pasatiempo.
El grueso de esos actos inhumanos que violan el reglamento de las instituciones penitenciarias queda en el anonimato.
Son demasiadas las prisiones a monitorear y muy difícil hallar el modo de sacar los datos y comprobarlos para su posterior divulgación.